sábado, 19 de septiembre de 2009

Reliquias y la racionalidad de su culto


Cómodamente instaladas en su urna de 137 kilos, viajando en el moderno Eurotunnel desde Normandía a Londres, 2 de las 35 mil reliquias de la que en vida fuera Teresa de Lisieux, a saber un trozo de cadera y otro del pie, han llegado al país de Richard Dawkins, el célebre ateo británico. Siendo interesante como tema de investigación la vida y culto a Teresa, lo dejamos para una próxima entrada y tocamos el no menos inquietante culto a las reliquias, en el que el catolicismo supera con creces a otras religiones de similares costumbres necrofílicas.

Teresa, sólo para una breve información preliminar, era una ilustre desconocida en vida. A su muerte en 1897 y con el cadáver aún tibio sus hermanas carmelitas entraron a saco en su habitación conventual, haciendo añicos el piso y la cama que ocupaba para guardar consigo un fragmento de algo que hubiera estado en contacto con la futura santa. A los pocos meses miles de peregrinos acudían a Lisieux por el mismo motivo, viéndose obligada la policía a redoblar la vigilancia de su sepulcro para evitar su profanación. Tras su apurada canonización en 1925, se exhuman sus restos y se procede al simbólico canibalismo de los mismos, se troza su cuerpo para que algunas iglesias o clérigos tengan consigo una partecita de su protectora santidad. De esta manera las célebres porciones del cuerpo de Teresa han viajado por todo el mundo, estimándose en más de 40 los países recorridos y que en vida no pudo conocer al preferir encarcelarse a perpetuidad en un monasterio con sus otras 4 hermanas. Sus restos alguna vez fueron llevados a Bagdad hace 7 años con la esperanza de evitar el conflicto que Bush desatara poco después en Irak (de nada valieron estos esfuerzos milagreros, como sabemos, pues el ex-presidente norteamericano no era católico) y otra parte ha sido enviada a orbitar alrededor de la tierra no sabemos con qué ignotos propósitos.

Todo esto podría parecer algo impropio en sociedades modernas pero esta viciosa costumbre, ha degenerado hasta adquirir ribetes mercantilistas (basta ver los brochures de la reciente "visita" de las reliquias a Inglaterra), lo cual no resulta novedoso si conocemos un poco de la historia de este extraño subculto supérstite en el corazón del culto católico. La pequeñez de la reliquia nunca ha sido un problema, es más, da garantías de la democratización de la veneración: un cuerpo trozado en mil pedazos permite a mil fieles tener la cercanía de lo santo y... en su propia casa. San Victricio llegó a manifestar a este respecto
: "No debemos quejarnos de la pequeñez de las reliquias. Los santos no sufren daño alguno porque se dividan sus restos. En cada trozo se oculta la misma fuerza que en el total". Huelgan comentarios.

Desde principios del cristianismo, las personas han visto a las reliquias como una forma de estar más cerca de los santos y de esta manera de dios. La práctica parece emparentarse con otra medieval, la del peregrinaje a los sepulcros de los santos, y en vista de ésta las reliquias se convirtieron en un negocio importante: los peregrinos veían en la compra de reliquias un medio de traer el sepulcro a casa, así en lugar de viajar cientos de kilómetros para aproximarse a lo santo, mejor se lo traían a casa. Una "sana" costumbre entonces con bases económicas importantes. Siempre quedará algo por decir acerca de cómo se negociaban desde el medioevo las reliquias. Una deliciosa novela de Eça de Queiroz, “La reliquia” , evidencia los resortes psicológicos que esconde todo adorador de estos restos humanos y su contraparte dialéctica, el embaucador vendedor de los mismos (Ver http://66.240.239.19/1/8/4/18441.ZIP).


Pero la costumbre no parece tener raíces en el judaísmo. Karl Heinz Deschner en su celebre "Historia Criminal del Cristianismo" (Kriminalgeschichte des Christentums) ha desvirtuado las bases supuestamente teológicas en las que la burocracia eclesial fundamenta este culto, que visto desde lo doctrinario carecería de un documentado soporte escritural a pesar que esforzadamente ha sido buscado y en apariencia encontrado.
¿Cómo, si no, podría haberse desarrollado en un pueblo que en sus Sagradas Escrituras, 4 Mos.19, 11, afirma: «Quien toque a persona muerta, será impuro durante siete días»? En efecto, el que no se purifique al tercero y al séptimo días, quien haga «impura la casa del SEÑOR», «deberá ser arrancado de Israel».

Esto nunca fue obstáculo para los avisados padres de la Iglesia. Total, de un libro tan contradictorio y abarcativo de miles de historias como la biblia puede extraerse de su contexto cualquier cita que se ajuste a lo que el interesado considere necesario para sus fines.

En la versión online de la Catholic Encyclopedia, en la entrada correspondiente a reliquias se hace mención a un decreto generado en el importantísimo Concilio de Trento (1545-1563) plasmado luego en el Catecismo Romano el cual, "recordando las maravillas verificadas en las tumbas de los mártires, donde ciegos y tullidos recuperaban la salud, los muertos volvían a la vida y los demonios eran expulsados del cuerpo de los hombres", señalaba que estos hechos habían sido presenciados "con sus propios ojos" por dos santos medievales Ambrosio y Agustín. Añade la enciclopedia que luego de estos testimonios los compiladores doctrinarios posteriores han argumentado: "Si por los vestidos, pañuelos (Hechos 19:12), o la sombra de los santos antes de que partieran de esta vida (Hechos 5:15), desaparecían las enfermedades y restauraban la fuerza, quién tendrá la osadía de negar que dios hace su maravilloso trabajo a través de cenizas sagradas, huesos y otras reliquias de santos? Esta es la lección que debemos aprender de aquel cuerpo muerto que, habiendo caído accidentalmente en el sepulcro de Eliseo "al tocar los huesos del profeta, al instante volvió a la vida (2 Reyes 13:21)”. Este párrafo parece resumir lo principal de la doctrina católica al respecto, es decir un argumento tautológico que recurre al amedrentamiento sutil ("quién tendría la osadía...") para evitar su confrontación ideológica.

El culto por tanto poco tiene que ver con la tradición judaica, pareciera más bien provenir de una costumbre pagana que de antaño veneraba a los héroes y semidioses del panteón grecorromano y que pasó luego a injertarse en la conducta del cristiano promedio sin mayor crítica. La diferencia estriba en que el hombre de la antigüedad era más racional y respetuoso que el medieval, jamás se le hubiera ocurrido profanar la tumba de un héroe para obtener una porción de un hombre admirado por sus cualidades sobre-humanas para mitigar el horror al vacío existencial latente en todo creyente y que credos como el católico no han podido corregir a pesar de sus esfuerzos. De otra parte, las bases económicas para su aparición como conducta no han recibido la suficiente atención, produciendo en el observador externo la impresión de que su posterior inclusión y consagración ex post facto en el catecismo, fue hecha con el objetivo clerical de evitar ser sobrepasados por una conducta extravagante y primitiva que la curia se había visto obligada a alentar, aunque con algunas restricciones (v.gr. la adoración del Santo Prepucio tuvo que ser proscrita). Ni Jesucristo ni sus apóstoles plantean en lugar alguno de las escrituras del culto católico la más mínima sugerencia al respecto.

Vayamos un poco más allá. Cómo jerarquizan los curas estos restos? El procedimiento es útil conocerlo para entender sus disparatados contenidos mentales. Remito, nuevamente a Deschner
: "Lo mismo que en el catolicismo todo está jerarquizado, que el papa es más que el obispo, que éste es más que el párroco, quien a su vez es más que el laico, lo mismo las reliquias, por santas que sean, tienen un valor diferente y las piezas capitales (Reliquiae insignes), el cadáver completo, la cabeza, el brazo y la pierna se consideran más que las Reliquiae non insignes, entre las que se distinguen las «notabiles» (notables) como la mano y el pie, y las «exiguae» (menores) como dedos o dientes. Además de estas llamadas reliquias primarias están las secundarias, que se dividen en reliquias materiales tales como ropas, herramientas de martirio, etc., y reliquias de contacto, que son objetos que han tocado el cadáver del santo o sus restos.

Después del propio santo, el objeto primario, aquellos otros de contacto que ha tocado en vida son los de máximo valor y entre éstos, a su vez, los principales son las herramientas del martirio. (San Lorenzo fue decapitado. Para los cristianos posteriores esto resultaba demasiado simple. Alrededor del 400 se afirmó que le habían asado en una parrilla y naturalmente pronto se tuvo la herramienta de este martirio y se la veneró como reliquia; que dicho sea de paso no fue la única parrilla adorada.) Después de los instrumentos de tortura venía la indumentaria de las personas santas, como por ejemplo la de María. (En Bizancio dos iglesias se disputaban el primer puesto en cuanto a las ropas de María que poseían.) Pero entre las reliquias de segunda categoría se contaban también objetos santificados por un contacto a posteriori, objetos procedentes de las proximidades de las tumbas de los santos: flores, polvo, que se consumía, aceite de la tumbas, de las lámparas que allí ardían, u objetos con los que se había tocado el sepulcro, paños, devocionarios. Se consideraba y se considera en sentido más amplio reliquia todo lo que presuntamente estuvo en las proximidades de Jesús y de este modo se santificó, el pesebre, la cruz, la corona de espinas, los clavos, sus ropas, etc.

También la sana conciencia popular sabía distinguir con sutileza. Un trozo de cadáver contaba naturalmente más que un diente o los pelos de la barba. No obstante, estos últimos estaban a un nivel superior a las ropas u otras cosas con las que el venerado hubiera estado en contacto. También se clasificaban los taumaturgos y a los mayores se les construían iglesias o sepulcros más grandes, a los menores más pequeños y a los primeros se les conmemoraba naturalmente con mayores festividades." (Historia Criminal del Cristianismo, pp 190-191)


Además resulta importante notar que las partes del santo que fueran significativas estando en vida son las reliquias más apreciadas. Por ejemplo, el brazo derecho del rey Esteban de Hungría es especialmente importante debido a sue status de gobernante (!!). La cabeza de un famoso teólogo puede ser su más importante reliquia: los monjes cisterciences de la abadía de Fossanova así lo entendieron y decapitaron una vez muerto a Tomás de Aquino. Si un santo viajó mucho, entonces los huesos del pie son los más preciados. Aquí en nuestro medio, durante las exequias de Isabel Flores de Olivo (Santa Rosa de Lima) manos criminales se atrevieron a cortar el dedo mayor del pie para conservar una parte de ella, mientras el cortejo fúnebre se hacía más y más tumultuoso: porqué elegiría dicha porción el profanador nunca lo sabremos.


Y así podríamos continuar sin término a la vista, pero es prudente detenerse. Además de agotador, el ejercicio puede resultar aburrido para el lector, a quien se hace sospechoso mientras más llegue a conocer del tema que algo extraño y retorcido ha ocurrido en las “preclaras” cabezas de quienes han dirigido hasta hoy los destinos de millones de seres humanos que creen y dependen, de sus dictados ideológicos y de sus supersticiosas costumbres.


No sabría a quien agradecerle, si es que debería hacerlo, pero me llena de tranquilidad el saber que no comparto una costumbre tan poco humana como ésta, actitud que me parece no depende de los principios ateístas en los que creo, sino de la natural compasión de la que estamos dotados todos los seres humanos sin excepción, pero que algunos suelen olvidar cuando se entregan a la insensatez de un dogma.


Guillermo Ladd

2 comentarios:

  1. Recomendabilísima lectura es 'La Reliquia' del portugués Eca de Queiroz, como lo es también 'El crimen del Padre Amaro' y su no tan difundido subtítulo: 'Escenas de la vida devota'. Impecable y disolvente -que no disoluta- narrativa costumbrista y acabado retrato de tradiciones y usos que no acaban de irse aún cuando algunos las desean nuevamente por entero.
    Saludos, Maestro, bienvenido el nuevo post.

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