domingo, 15 de febrero de 2015

Charlie Hebdo y el deber de blasfemar




(Mahoma desbordado por los integristas: "Es duro ser amado por idiotas")

                                                                       "…Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.                                 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado 
de MI PADRE; ¿por cuál de ellas me apedreáis? 
Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena 
obra no te apedreamos, sino por la BLASFEMIA
porque tú, siendo hombre, TE HACES DIOS…” 
Juan 10:31-33


El asesinato o la orden de asesinato de blasfemos se ha convertido en noticia en los últimos años en la secular Europa. Desde la fatwa decretada contra Salman Rushdie, pasando por el homicidio de Theo Van Gogh, los atentados contra las embajadas de los países que se negaban a juzgar a los caricaturistas daneses que habían execrado la figura del profeta Mahoma, la destrucción de la embajada norteamericana en Libia hace dos años por un irritante video, que se mofaba también del profeta, y que nunca apareció públicamente sino en youtube, hasta el asesinato despiadado de la plana mayor de la "irresponsable" (así se definirían ellos mismos) revista Charlie Hebdo, ha demostrado el claro peligro al que se encuentra expuesto el que pretenda vivir en una sociedad que permita un ejercicio cabal de la libertad de expresión con estados que no han podido operar una razonable represión del terrorismo de raíces islámicas que anida dentro de sus fronteras. Las respuestas dadas por quienes asistimos como testigos de la masacre expresan sin resquicios el repudio a acciones homicidas hechas por integristas musulmanes con la pretensión de imponer su modo de ver el mundo a quienes no la comparten.  

Por supuesto siempre hay excepciones, las cuales han demostrado no solo la insensibilidad de quienes expresaron una velada justificación del ataque a los caricaturistas de Charlie Hebdo sino la impertinencia de la circunstancia en que las hicieron. Lo interesante de estas expresiones es que provienen, en su totalidad,  del campo particularmente católico; de esta manera al solidario lema de las primeras horas "Je suis Charlie" se levantó una narrativa opuesta, respondiendo con enfado y expresando su abierta oposición, no dudando con vetar a las voces lúcidas que dentro del catolicismo manifestaban su apoyo a tal causa. Indudablemente con su rechazo a solidarizarse con los caricaturistas hacían explícitos no sólo sus odios sino los temores que abrigan. Cada vez resulta más claro que la única diferencia entre un  integrista musulmán y un ortodoxo católico se encuentra en que los primeros tienen la disposición clara a empuñar una Kalashnikov y se encuentran justificados por ideologías de clara estirpe fundamentalista, las que propugnan el Daesh y Al Qaeda en todas sus múltiples ramas. Aunque en ocasiones, lo saben bien los médicos asesinados por fanáticos provida, lleguen a igualarse en cuanto a la sevicia con la que actúan. Que los ortodoxos católicos no lleguen a asesinar blasfemos tiene una explicación sociológica no prevista por ellos mismos y que ha sido analizada con ironía por Fernando Savater en una crónica aparecida en los días siguientes a la masacre de París, que evidencia que los católicos, para su propio bien, han dejado de actuar de esta forma como los siglos pasados atestiguan meridianamente y no por iniciativa propia. Afirma Savater: "Las creencias religiosas son como enormes fieras, a menudo estéticamente hermosas pero temibles devoradoras de hombres: no pueden pasearse por las urbes civilizadas hasta que han sido bien domesticadas. Con el cristianismo casi lo hemos conseguido, pero el islamismo sigue todavía peligrosamente asilvestrado". Observemos la precisión con que afirma que la voluntad propia, la que la idea religiosa pretende imponer sobre sus adeptos y sus enemigos, ya no tiene la libertad que en los siglos anteriores a la expansión del laicismo poseía, en desmedro de los herejes y heterodoxos que nunca desaparecieron ni lo harán en el futuro. Notemos que ese es la principal contención que el laicismo ha provocado en el corazón de esa bestia desaforada en la que puede convertirse una religión o para ser mas precisos, en lo que pueden transformarse unos adeptos que rechazan someterse a la sujeción del otro, acostumbrados como han estado a imponer su voluntad sobre los demás (como el catolicismo histórico), o por quienes pretenden imponerla de ahora en adelante (como los fanáticos musulmanes lo quieren hacer hoy).

Así, Bill Donohue, presidente de la Catholic League, una organización que supuestamente defiende los intereses de esta afiliación religiosa, publicando cada año sus inefables Reportes sobre anticatolicismo, expresó de modo inequívoco lo que la ortodoxia católica piensa al respecto en un manifiesto publicado en la página web de esta organización: "Muslims are right to be angry". En dicha página se lee lo siguiente: "Es demasiado malo que él (Charb, director de Charlie Hebdo) no comprendiera el rol que jugó en su trágica muerte...De no haber sido tan narcisista, aún estaría vivo". William Cavanough, redactor de la Commonweal, importante revista católica, no dudó en publicar un artículo que se alineaba con la posición reaccionaria de Donohue, manifestando su incomodidad por la creciente tendencia a calificar de mártires a las víctimas de los hermanos Kouachi.

En esta misma vena, no pueden ser pasadas por alto las inoportunas declaraciones del papa Bergoglio, quien muy expresivamente, dando un puñetazo al aire, "razonaba" -es un decir- que quien hablara de la madre de uno -tal como dicen considerar algunos, felizmente pocos, católicos, a la Virgen María o a algún otro figurón del panteón católico- podría merecer una respuesta violenta por parte del ofendido, conducta a la cual Bergoglio consideraría dentro de lo normal. El jalón de orejas dado por el primer ministro británico David Cameron fue elocuente al respecto de este gazapo: "Soy cristiano, si alguien dice algo ofensivo sobre Jesús, puede que lo encuentre ofensivo, pero en una sociedad libre no tengo el derecho de infligir venganza sobre ellos" lo que mereció la aclaración posterior del portavoz del Vaticano, Francisco Lombardi, mediante un trabalenguas que ni él mismo parecía creérselo.

Pero lo que mejor evidencia las contradicciones dentro del campo católico a este respecto es lo sucedido con la revista jesuita Etudes, dirigida por el sacerdote Francois Euvé y que es vista mal por cuanto ortodoxo francés manifieste su opinión sobre ella, considerándola demasiado progresista para sus gustos. Etudes, tras la masacre decidió publicar algunos de los dibujos de los caricaturistas asesinados, animada por una presunción inobjetable: "el humor en la fe es un buen antídoto contra el fanatismo". La protesta no tardó en aparecer por los retrógradas de siempre: a los pocos días, como bien lo reseña el periódico Libèration, Etudes se vio obligada a cerrar su página y a retirar los dibujos que se consideraban blasfemos. No es necesario precisar quien estaba detrás de este recular, resulta una obviedad.

Estos ejemplos, de los cuales he querido mostrar los más importantes, demuestran la incómoda contradicción en que se encuentra el catolicismo actual, atrapados como se sienten en la camisa de fuerza en la que el laicismo europeo los ha encorsetado desde 1905, cuando Francia inició el proceso, creciente aún, de distinguir claramente lo que corresponde al ámbito de la religión y lo que corresponde al ámbito estatal, secularismo le llamamos nosotros, los ateos y librepensadores. Es claro que el poder de la Iglesia se ha visto mermado, algo que ellos mismos se niegan a aceptar, pero que evidentemente resulta un proceso que no tiene marcha atrás. El enfado es una muestra clara de que no conocen ni su propia historia, o la niegan en un alarde clamoroso de su propio desconcierto pues no entienden cómo, siendo portaestandartes de la única verdad que puede tener espacio en el mundo, no consiguen ganar nuevos adeptos a sus filas. Los católicos de hogaño no han leído ni siquiera sus escritos sagrados, pues de haber sido así se habrían dado cuanta cabal de lo que vincula a Jesús con Charlie Hebdo, el que ambos fueron considerados blasfemos precisamente por sus enemigos religiosos. 

La muerte de Cristo, decretada en el Sanedrín tuvo como principal argumento el que Jesús habría blasfemado contra la ley judaica, al considerarse él mismo dios. El hecho histórico fundacional del cristianismo es una blasfemia de la que el propio Cristo no se defendió pues consideraba que estaba en lo cierto, aunque pensemos muchos que estaba equivocado. El hecho histórico que da nacimiento a la entronización del ateísmo como postura filosófica madura para el presente siglo es el asesinato de los caricaturistas de Charlie Hebdo. Los enemigos del ateísmo se han perfilado con toda nitidez desde las sombras del fanatismo por lo que es necesario defender a quienes como Charlie Hebdo, continuarán haciendo de la blasfemia una herramienta que permita el proyecto que Charb, explicó con toda claridad: una tarea ineludible para el ateo contemporáneo, la banalización de lo religioso. La blasfemia nunca ha sido tan necesaria como ahora.

Ross Douthat, periodista de The New York Times ha pergeñado la mejor síntesis acerca de la necesidad de blasfemar en las sociedades liberales en un editorial escrito a las pocas horas de la masacre de París, señalaba así que "ese tipo de blasfemia -la practicada por los dibujantes de Charlie Hebdo- es precisamente la del tipo que necesita ser defendida, debido a que es aquella la que claramente permite a una sociedad libre un bien mayor. Si un grupo lo suficientemente grande de individuos está dispuesto a matarte por decir algo, entonces ese algo resulta casi ciertamente necesario que sea dicho, debido a que de otro modo el violento tendría el poder de veto sobre la sociedad liberal y cuando ese escenario se alcanza aquella civilización deja de ser liberal. Por supuesto, el liberalismo no depende de que ofendamos a todo el mundo todo el tiempo y es preferible una sociedad en la que la ofensa por si misma se encuentre limitada más que difundida. Pero cuando las ofensas son reguladas con el asesinato, allí es cuando necesitamos más y no menos de ellas, porque no podemos permitir por un solo momento que los asesinos crean que su estrategia puede triunfar".

Probablemente esta necesidad no se aprecie tanto en nuestras sociedades tercermundistas en las que el catolicismo sigue teniendo el control del estado, aunque el resquebrajamiento de esta autoridad cada vez se hace más notoria como lo demuestran México ó Uruguay con sus progresistas leyes sobre el matrimonio homosexual, por poner un ejemplo. En nuestras sociedades en las que aún no se hace evidente la impronta islamista ni sus requerimientos por controlar al resto de la sociedad, la blasfemia se hace necesaria mas bien para retar el poder que detenta aún el clero católico sobre las decisiones que atañen a todos los ciudadanos. La curia lo sabe bien y con frecuencia desliza la posibilidad de imponer legislaciones que regulen lo que se dice o no al respecto de las creencias o figuras religiosas que consideran dignas de respeto, pero hasta el momento no ha tenido mayor necesidad de esto, seguros como están de que aún detentan el poder sobre la mente de los ciudadanos de los países latinoamericanos, pero pronto -ya hay evidencias de que esto viene ocurriendo- sentirán que tienen la necesidad de imponer el control. El colaboracionismo histórico del clero latinoamericano, mayormente reaccionario, en la entronización del liberalismo capitalista a través del fascismo -no podemos ignorar las experiencias de Chile, Argentina, Uruguay- es una clara muestra de hasta qué límites está este clero decidido a llegar con tal de no perder su reino en este mundo. 

Guillermo Ladd