Kambakhsh estaba estudiando periodismo en la Universidad de la ciudad norteña de Mazar-i-Sharif y escribía para los diarios locales cuando fue detenido en Octubre del 2007.
La sentencia de muerte desencadenó un reclamo internacional de tal magnitud que los jueces se vieron obligados en una segunda instancia a reducir la pena a una condena de 20 años de prisión en Octubre 2008 . Grupos de derechos humanos enviaron miles de peticiones condenando la sentencia y reclamando por la pronta liberación de Kambakhsh. La corte suprema ratificaría la sentencia en febrero de este año (ver http://www.nytimes.com/2009/03/12/world/asia/12afghan.html)
Reporteros sin Fronteras, afirmaba entonces "la justicia afgana ha fracasado nuevamente en proteger la ley y garantizar la libertad de expresión...Los procedimientos de apelación estuvieron amañados por distorsiones ideológicas, una notoria falta de evidencias e incomprensibles retrasos" (ver http://www.rsf.org/In-shameful-decision-Kabul-appeal.html ). De acuerdo al hermano de Kambaksh, Sayed Yaqub Ibrahimi, la sentencia había sido impuesta por presión de la milicia y los líderes políticos que había criticado en su artículo.
Este no es un hecho aislado. Otro periodista, Ghows Zalmai, ha sido sentenciado a 20 años de prisión por elmismo delito de blasfemia luego de publicar una traducción del Corán que los clèrigos de línea dura no aceptaban.A pesar de las seguridades que el presidente Karzai ha dado a diplomáticos occidentales y organizaciones de DDHH, acerca de las libertades de prensa y expresión, los periodistas y civiles se encuentran bajo la creciente amenaza tanto de insurgentes Talibán como del clero conservador. En un año electoral como éste muy poco se esperaría de Karzai para domeñar a los clérigos fundamentalistas.
Trágico nivel el de la justicia afgana cuya hipocresía es manifiesta cuando los censores emplean los resortes del estado para castigar a un disidente amparándose en principios religiosos que no son sino una excusa para su bajeza moral. Ni siquiera el líder de la nación se atreve a oponerse abiertamente, basado en un cálculo político a todas luces interesado. La bancarrota del estado es evidente: el poder está en manos de un clero que rinde sus principios ante la mentira que se ha creado de sí mismo.
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