domingo, 27 de diciembre de 2009

Ashura y la oposición iraní a la teocracia de los ayatolás


La fecha no podía ser más propicia. Las calles de Teherán, Qum y otras ciudades importantes de Irán se han visto rebosadas por miles de opositores al actual régimen teocrático en una fecha de honda trascendencia religiosa, la celebración de la Ashura, que conmemora el martirilogio de Husayn ibn Ali en la batalla de Karbala, hecho histórico que data del 680 de nuestra era y que consolidó la partición del islamismo entre sus corrientes más importantes: el shiísmo y el sunnismo.

Habitualmente el creyente, observa estos días como fechas de contención espiritual, ayuno y flagelación (como las insólitas zanjeer matam, en las que los fieles se flagelan el cuerpo con cadenas, como podemos ver en la fotografía superior).

En esta ocasión, la celebración coincide con la culminación de los funerales del Ayatolá Montezari, líder espiritual de los opositores al régimen y desde el día de su fallecimiento hasta hoy las calles han estado bullentes de banderas verdes y de arengas contra lo que los manifestantes consideran una dictadura, conformada por los clérigos triunfantes en la revolución de 1978. Las noticias son difíciles de despachar a las agencias internacionales debido a que el régimen ha impedido que éstas tengan autorización para una cobertura imparcial de los hechos, además controla la difusión de noticias por Internet e inclusive la telefonía móvil. Sólo Washington Post, a través de un reportero free lance ha podido obtener algunas fotografías de lo sucedido el día de hoy: por lo menos 15 muertos, entre los cuales se encuentra el sobrino del líder de la oposición Mir Hussein Mousavi, más de 60 heridos y 300 detenidos.
Un video tomado por un manifestante es ilustrativo del fervor popular enfrentando en las calles de Teherán tanto a la policía como al infame cuerpo paramilitar de los basij.



“Ashura es un día simbólico en la cultura iraní, pues revive la noción de que inocentes fueron asesinados por un villano” dice Fatemeh Haghighatjoo, ex miembro del Parlamento iraní. “Matar personas durante la Ashura demuestra cuán lejos se encuentra dispuesto a llegar el Ayatolá Khamenei para suprimir las protestas".



La oposición, burlada en las elecciones de Junio pasado, sabe lo que quiere: el fin del régimen teocrático y la secularización del estado iraní; en otras palabras, escapar de la cárcel medioeval como forma de vida a la que los clérigos chiítas han condenado a la población iraní. Por cierto, el régimen no está pronto a caer, pero la paranoia de sus líderes no tardará en hacerles cometer los errores necesarios para el derrumbamiento de esta inútil teocracia: los esfuerzos por conseguir fabricar armas atómicas, se explican por la necesidad de mantener el control de la población así como hacer coincidir las energías políticas contra los enemigos externos. Esperemos que las fuerzas de oposición sepan librarse de este peso muerto y consigan la caída del régimen antes de que éste logre tener capacidad disuasoria nuclear.

Guillermo Ladd

sábado, 26 de diciembre de 2009

Reconstruir la Navidad



No ha de pasar mucho tiempo en que mi nieta, aún pequeña, preguntará y con sus cuestionamientos me avergonzará de mis propias contradicciones como humano. Es algo para lo cual vengo preparándome. Y aunque sé que serán menos las certezas que las incertidumbres que encontrará en lo que le diga, tengo la impresión de que es mejor así antes que llenarme la boca con falsas certezas o con una serie de engaños deliberados, aunque sean bajo la forma de una mentira blanca que al único que podrían tranquilizar sería a mí. Le dejaré las mismas preguntas que mi abuelo y mi padre me dejaron y que tampoco supieron responder cuando yo, siendo niño, los emplacé a que contestaran. ¿De dónde somos? ¿A dónde vamos? ¿Para qué vivimos? ¿Por qué nos afanamos en querer vivir más si no tenemos respuestas a las tres preguntas anteriores? O las que, cuando crecí y viví lo que ellos ya no pudieron evitarme como sufrimiento, traje conmigo bajo la guisa de otras preguntas, las que se hace uno cuando le ha tocado el dolor de vivir ¿Por qué existe el mal encarnado en otros hombres iguales a nosotros? ¿Por qué amar no es suficiente para conseguir la concordia entre los miembros de nuestra especie? ¿Por qué el enamorarnos está basado en esta suerte de autoengaño al que cerebro y genes nos exponen con inusitada crueldad? ¿Por qué asumimos, debido a nuestra impotencia ante lo despiadado del universo, que es un dios quien lo ha creado, un dios a quien no le importa nada lo que nos ocurre?

No le mentiré entonces, aunque mi excesiva sinceridad pudiera trasuntar el inicio de la ansiedad en su vida. Y no le mentiré porque estoy convencido de que las respuestas que le han de ofrecer personas que nunca la querrán como yo, sólo buscarán adormecer su conciencia haciéndole creer que buscar más respuestas es inútil, pues ellos ya las tienen todas consigo bajo la forma de una doctrina o un dogma. No, María Paula. No te fíes nunca de las respuestas fáciles. No te fíes de quien no busca más respuesta que las que le han sido dadas por una especie de cenáculo que se impone al resto de la humanidad, en un arrebato de conocimiento nunca comprobable pues sólo es producto de un magín exacerbado. No creas en quien dice tener las respuestas a todo, es alguien que se engaña y que no puede estar solo en ese engaño, requiere de compañía…niégate a acompañarlo. Dile, como Machado "¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela". Pues esa actitud que nos sugiere el poeta es la única válida en este mundo incierto en el que siempre habrá un hambre interminable por respuestas y un millón de generosos proveedores dispuestos a saciarla.

Estos días, por ejemplo, son la expresión de un gran engaño colectivo. Todo en las festividades de Navidad es falso, excepto por supuesto el hecho natural del nacimiento de un niño, al que se le ha llamado Jesús. La fecha, el lugar, la maternidad inmaculada de María, la paternidad putativa de José, el pesebre con el buey y el burro calentándolo, la imposible estrella de Belén, la adoración de los Reyes efectuada años después del nacimiento, la masacre de los inocentes perpetrada también corridos los años, todo no es sino un hermoso cuento que ha ido construyéndose con el paso de los tiempos. Un cuento creado por una institución vigilante de las vidas de los seres humanos, quienes no tienen sino una moral y un sentido vital que ésta querrá siempre imponer por la fuerza, como antaño, o por la componenda como hoy.

Una entrañable amiga mía, me define como un aguafiestas, es decir aquella persona que turba cualquier diversión o regocijo. No pude desmentirla, lo soy. Cuando veo a mis familiares, a mis amigos, a buena parte del mundo, afanosos por esta celebración siento las ganas de unirme a ellos y compartir en mi mente el mismo cuento dichoso que habla de las maravillas de un ser humano nacido bajo circunstancias tan excepcionales como imposibles, y por breves momentos, bajo el efecto del amor expresado en los regalos que recibo, de la conmoción que producen en mí las canciones y villancicos que conmemoran el hecho, de la champaña, de los cohetes que revientan fervorosos en mis oídos, logro entender porqué las personas evitan encontrarle un significado ulterior a toda ésta ilusa parafernalia. Es preferible contar con un día cuando menos al año en el que creamos que existe la felicidad en el mundo, aunque realmente no exista salvo en brevísimos momentos; en el que los hombres somos por un instante hermanos uno del otro, aunque luego nos matemos sin misericordia por lo estrecho de los recursos que nos disputamos; en el que un dios inexistente se compadece de nosotros y nos hace creer que le importamos. Es preferible el sentido de este cuento que recordamos cada año a tener nada, dicen sin expresarlo nunca todos ellos, mis familiares, mis amigos, buena parte del mundo. Y, aunque nunca me burlo de ellos, trato de parecerles interesado en lo que celebran aunque no lo comparta. Preferiría que fuera real todo aquello que ellos sueñan en su dulce cuento; lo preferiría porque al día siguiente veo con triste sorpresa que el cuento lo han olvidado y vuelven a las sombras de sus vidas cotidianas, en donde el amor o no existe o sólo es el interés de una cuenta a pagar. Total, el niño ya nació y no queda nada más por celebrar.

Guillermo Ladd

martes, 1 de diciembre de 2009

El absurdo referéndum suizo y la islamofobia en Europa



La estupidez humana se manifiesta de tan variada manera que podría hacerse una selección de las más notables muestras de ella y extraeríamos para estos fines muchos ejemplos relacionados con la temática religiosa. En esta ocasión traigo como muestra el reciente referéndum propuesto en la democrática y secular Suiza que ha tenido como fin añadir a su constitución la expresa normativa de que no puede elevarse en los cielos de éste país europeo un signo reconocido de la religiosidad musulmana como lo es el alminar. La fotografía que encabeza este artículo es bastante ilustrativa: contrastando con la oscuridad del cielo nocturno suizo, se alza un iluminado alminar del tamaño de un edificio pequeño como el adyacente. En todo Suiza sólo existen dos de éstos ejemplares, uno en Ginebra, otro en Zurich; en ninguno de los dos se ha autorizado su empleo para los fines que tiene en los países árabes, a saber, que el almuédano convoque a los creyentes a los ritos musulmanes desde la altura del ahora prohibido elemento arquitectónico. En Berna, la capital suiza, la mezquita mayor se encuentra ubicada en la parte posterior de un estacionamiento para automóviles, lo cual dice a las claras cómo se ubica en el entorno citadino esta religión. Y nos puede hablar bien, asímismo, de como se ubican los musulmanes en esta sociedad: en el traspatio de Europa, gracias a la negativa de integrar al ciudadano de creencia musulmán a la corriente modernizadora del viejo mundo.

Si bien es cierto la propuesta de referéndum fue planteada desde la extrema derecha por el Partido Popular de Suiza (UDC-SVP) -el más votado con el 29% votos en las elecciones federales pasadas y que ahora ha conseguido convencer al 57% de la población suiza de éste despropósito-, los adherentes se han desplegado desde el feminismo hasta la izquierda suiza, con la solitaria oposición del partido verde.

La situación no es nueva en Europa, ni está circunscrita a la neutral Suiza. Las protestas contra la apertura de mezquitas se han sucedido en distintas ciudades europeas, como Londres, Colonia o Sevilla. La extrema derecha de Bélgica, Holanda y Dinamarca ha anunciado que hará campaña para que la prohibición se implante en sus respectivos países. "Se trata", según ha declarado a Le Monde el diputado del partido belga Vlaams Belang de enviar a los musulmanes "una señal de que deben adaptarse a nuestra manera de vivir y no a la inversa" Mientras, en Holanda el líder populista Geert Wilders ha declarado "Por primera vez en Europa, la gente ha expresado su rechazo a una forma de islamización...Lo que ha sido posible en Suiza, tiene que serlo también en Holanda" (Le Monde 1.12.2009)

Esa idea de asimilación cultural subyace en la prohibición del burka o del velo islámico -de reciente discusión en Francia- pero, mientras que en la cuestión de la vestimenta sus detractores esgrimían la defensa de otros bienes jurídicos como la libertad de elección de la mujer, el caso de los alminares sólo ha sido defendido con argumentos de recelo y defensa de la identidad cultural.

La prohibición de más alminares va más allá de la supresión de un motivo arquitectónico. En realidad estas torres no son un requisito para la práctica del islam. Su ausencia no afecta a los creyentes, que pueden rezar igualmente sin ellos. La mayoría de las mezquitas en Europa no tienen alminares o tienen uno de poca altura. Las razones son diversas. En algunas ocasiones porque se han abierto en edificios preexistentes, en otras porque las autoridades han limitado la altura de las torres (recordemos a la demócrata cristiana Angela Merkel que para resolver la decisión de autorizar la construcción de una mezquita en Colonia, lo permitió bajo la justa condición de que sus alminares no rebasaran la altura de las principales cúpulas cristianas que ostenta esta ciudad). En las pocas que cuentan con él no se usa para la llamada a la oración, común en los países de mayoría islámica. El alminar, sin embargo, ha sido siempre el signo más distintivo de la presencia y pujanza islámica. El antropólogo Jordi Moreras cree que a diferencia de otros símbolos de la fe islámica en Europa, los minaretes reflejan el carácter perenne de la comunidad islámica. Para El País (2.12.2009)"El rápido cambio demográfico está detrás de los recelos. Muchos barrios europeos han experimentado en muy poco tiempo una transformación radical en su paisaje humano y arquitectónico. En algunas ciudades los inmigrantes constituyen cerca del 30% de la población. Las encuestas revelan que el 57% de los europeos opina que en su país "hay demasiados extranjeros". Y ante ese panorama, algunos líderes de opinión se han dedicado a agitar los miedos. Sus predicciones exageradas afirman que la población musulmana será mayoritaria en pocas generaciones debido a las altas tasas de inmigración y fertilidad. No obstante las predicciones más pesimistas hablan de que para 2025 la proporción musulmán en Europa no llegaría al 8% de la población total.

No nos extrañe la actitud de estos ciudadanos europeos temerosos de la pérdida de ésta, su cuestionable identidad; no reconocer al otro como igual es una actitud bastante propia de ideologías dotadas de una buena dosis de paranoia y de ésta no nos protegen ni el secularismo ni el progresismo de izquierdas como Suiza nos lo demuestra con meridiana claridad. Buena muestra de esta intolerancia hacia el diferente los musulmanes ya la tienen en sus países contra quienes no comulgan con sus creencias religiosas, de tal manera que el referéndum suizo no es sino una islamización a la inversa, e indudablemente una hecha con lo peor del Islam. Los occidentales, fuera de toda racionalidad, actúan como su contraparte musulmana negándoles a ellos la expresión de su religión a través de esta absurda negativa. Las noticias que siguen llegando sostienen que ésta actitud proseguirá en otras urbes europeas; Colonia, Sevilla, Holanda seguirán por el mismo camino abierto por el absurdo referéndum. Y después Occidente se queja de los actos insanos que los adeptos del Islam practican.

Tal vez un acto de sutil ingenio como el protagonizado por estos ciudadanos suizos inconformes con los resultados que averguenzan a su país, sea lo que quede por apoyar (ver foto) . Pues, aunque lo religioso puede no ser algo digno de respeto en toda circunstancia, la dignidad humana y el parecer del otro, aunque esté equivocado son principios eternos e inmarcesibles sobre los que se fundamenta nuestra singular naturaleza. Olvidarnos de ésto es simplemente ignorar lo que somos.

Guillermo Ladd

sábado, 21 de noviembre de 2009

Mi padre, el señor cura

"La cuestión no es la virtud de la compasión sino más

bien el secretismo al servicio del poder y del control"

“Sex, Priests, and Power: Anatomy of a Crisis”, A. W. Richard Sipe (1995)


La fotografía que encabeza este artículo requiere una explicación, pues no ilustra nada sino se conocen a los personajes de la reciente tragicomedia que el NY Times ha divulgado. Una mujer (Pat Bond) carga a su hijo Nathaniel ante la pila bautismal. Vemos cómo con gesto dedicado el padre Henry Willenborg, sacerdote católico, le aplica el sacramento a quien no por extraña coincidencia es también su hijo. No podría decirse que en el rostro de Willenborg la falsía o la vergüenza sean alguna de las emociones que podrían estarlo conmoviendo en esos instantes; pareciera que nada importante estuviera ocurriendo en ese momento en que la cámara ha hecho eterna la hipocresía del religioso. Lo más benigno que podrá decirse de él es que no dejó de cumplir con su deber (cuando menos éste, el de dar sacramentos). No obstante, la foto y otras decenas más, así como documentos, correspondencia entre la orden franciscana y la madre de Nathaniel, tanto como lo actuado a nivel judicial ilustran bien la veintena de años que el secreto estuvo guardado hasta que la neoplasia cerebral del muchacho y la negativa de los franciscanos a seguir sufragando los gastos de su tratamiento obligaron a la madre a denunciar la situación a la prensa.

Podrá el lector suspicaz detener en este momento su lectura y suponer que es uno más de los casos que se conocen existen en todo lugar y tiempo en que el solapado catolicismo ha estado presente con su doble mensaje y no dejaría de estar descaminado. Lo ilustrativo del presente es que permite observar la conducta de este singular grupo humano, sedicente rector de la moralidad mundial, tanto al nivel de quien trasgrede sus principios como de quienes están obligados a requerir del trasgresor una modificación de su proceder. Es ilustrativo porque no es un hecho aislado, es una constante de la que además habría que buscar cuáles son los resortes mentales que hacen posible que estos individuos sigan dirigiendo los destinos de esta confesión sin que encuentren la menor oposición de parte de su obediente grey por malsanos que sean los hechos perpetrados por estos actores. Ciertamente en todas partes se cuecen habas y la insistencia nuestra en este tipo de denuncias tiene poco que ver con un anti-catolicismo a ultranza y más con otros hechos: siendo la religión católica la de mejor organización mundial así como la de mayor proselitismo por una parte, así como la que más intensamente censura la conducta sexual del hombre contemporáneo desde un punto de vista doctrinario, por otra, es lógico que estén expuestos a un amplio escrutinio e interés por parte de quienes disienten con sus prácticas o que las encuentran irreales o francamente alienantes sus dictados sociales y se atreven a cuestionarlas o a exigir su incumplimiento por hombres y mujeres dotados de la racionalidad suficiente como para decirle no al Vaticano.

Vayamos a la historia que nos ocupa. Hace 25 años en Illinois, Pat Bond, quien pasaba por un matrimonio en crisis acude a un retiro espiritual en busca de ayuda. El sacerdote que dirigía el retiro, Willenborg, logra seducirla y precipitar con este hecho la disolución del matrimonio a través de un divorcio. La relación entre Henry y Pat se hace más intensa, llegando como producto de la misma a quedar ella en estado de gestación, que finalmente pierde espontáneamente para alivio del sacerdote quien le había sugerido a su pareja –quien escuchó atónita la propuesta- la solución más apropiada para él, abortar. Los superiores de Willenborg ya teniendo conocimiento de la situación le permiten continuar en su puesto de rector del seminario de Quincy, Illinois, en donde continuaba enseñando acerca de las bondades del celibato a futuros sacerdotes. Mientras tanto la pareja en la intimidad continuaba desarrollando una vida marital con todas sus implicancias; es así como nace Nathaniel, el hijo del sacerdote. Los franciscanos le recomendaron diera a su hijo en adopción, a lo que la señora Bond con todo derecho se negó. Desde entonces la relación entre la curia y Pat Bond ha sido sobre todo por parte de los primeros la de enemigos legales: a cambio de un acuerdo de confidencialidad ellos se comprometerían a pagar 350 dólares mensuales hasta que Nathaniel cumpliera 18 años de edad, lo que en suma le ha salido costando a los franciscanos alrededor de 85 mil dólares.

A pesar de la situación y de los compromisos a los que Willenborg se obligaba a cumplir con sus superiores, la pareja continuó frecuentándose en los 8 meses que siguieron al nacimiento de su hijo. Una situación imprevista obligó a los franciscanos a actuar de una manera determinante: cierta noche una joven y airada mujer se presenta a la casa de Pat confesándole que el sacerdote y ella tenían una relación de años, la que había comenzado en sus días de colegiala. Este hecho fue definitivo, el sacerdote fue enviado a un centro terapéutico en New Mexico, dirigido por la congregación para albergar a otros que como él tenían problemas sexuales o adictivos. Tras los siete meses de su confinación en ese centro y tras su “alta” la pareja volvió a tener actividad sexual. El padre Willenborg es tajante al respecto de sus superiores: nunca lo disciplinaron, nunca le propusieron que dejara la vida eclesiástica; antes bien se le envió a New Orleans a trabajar con pacientes con SIDA y luego a la provincia curial de St. Louis a supervisar la “formación espiritual” de los futuros sacerdotes. Desde entonces el sacerdote perdió el contacto con su hijo, a quien sólo volvió a ver cuando cumplió 13 años: Nathaniel estaba tan excitado emocionalmente por conocer a su padre biológico que le insistió a su madre lo llevara a cortarse el cabello deseoso de presentarse bien ante éste. Willenborg no tuvo mejor idea que llevarlo a comer en alguna de las tiendas McDonald y luego al cine para ver juntos “Lo que quieren las mujeres”. El joven recuerda que no conversaron ni en esa ni en otra ocasión y nunca más lo visitó a pesar de vivir a 15 minutos uno del otro. Los franciscanos se resistieron a aceptar el pedido de la mujer de que se sufragaran los gastos de enviar a Nat a la universidad y fueron a litigio: la prueba de ADN fue determinante, no había lugar a dudas de que el sacerdote era su padre. Luego de meses de enfrentamiento legal, la orden aceptó el pago de los costos de estudiar en la universidad así como un adicional de 586 dólares mensuales hasta que el muchacho cumpliera 21 años. Fue en el segundo año de estudios que experimenta los síntomas de lo que luego se sabría era una neoplasia cerebral. Un nuevo compromiso por el cual los franciscanos pagarían el 50% de cualquier gasto “extraordinario” en quimioterapia u otro tratamiento se dispuso entre las partes. Lamentablemente la neoplasia era recidivante, lo que obligó a la familia a adherirse a un protocolo con una droga experimental. Hasta aquí llegó el compromiso franciscano, mostrando desde entonces su renuencia a dar ayuda en lo que la familia pedía -los gastos de alojamiento- pues el protocolo de investigación se efectuaba en el estado de New York. Múltiples cartas sin respuesta por parte de los franciscanos y su negativa final a continuar con la ayuda fueron los determinantes de que esta noticia saltara a la primera plana del influyente New York Times.

La respuesta de los franciscanos fue inmediata: el obispo Peter Christensen quien dirige la diócesis de Superior, Wisconsin, donde labora Willenborg, lo suspende de sus deberes parroquiales argumentando que había inducido a una mujer a provocarse un aborto y que había actuado sexualmente contra una menor de edad. Cuesta trabajo creer que el superior ignorase todos estos detalles de un subordinado suyo con tan alto poder de conflictividad para su orden como los que enarbolaba Henry Willenborg; pareciera un ataque súbito de moralidad de quien conocedor de su falta como superior pretende subsanarla castigando tardíamente a un infractor a quien se había permitido la actuación de su libérrimo albedrío mientras no trascendieran sus consecuencias a los medios. No cabe dudas del ejemplar sentido común en lo político que manejan los sacerdotes franciscanos: algunos llamarían a esto oportunismo.


La conducta de Henry Willenborg, aunque resulte moralmente inaceptable requiere una explicación de sus condicionantes sociales y psicológicos. Algunos aportes como los sugeridos por A. W. Richard Sipe (2003) en su libro Celibacy in crisis: a secret world visited, pp 50-51, pueden sugerir algunas respuestas. Sipe llega a afirmar, dada su experiencia como psicoterapeuta y ex-sacerdote benedictino, que la conducta propiamente célibe dentro de la curia eclesiástica es más bien la excepción que la regla: sólo un 2% de la población de su estudio cumple con la definición de celibato sensu stricto, 8% ha consolidado esa práctica luego de una serie de intentos, más allá de un punto en el que ya no podrían retroceder, 40 % practica el celibato aunque no en forma consolidada (Sipe no ofrece datos objetivos para la determinación de ese punto de corte con respecto a la consolidación de su conducta sexual). El restante 50% tiene una práctica sexual actual de los cuales 30% se involucran en relaciones heterosexuales, 15 % en relaciones homosexuales y 5% en conductas sexuales problemáticas tales como trasvestismo fetichista, exhibicionismo, y algunas adicciones sexuales como la masturbación compulsiva o el consumo de pornografía. Podrá ser esta constatación la explicación de tan recia oposición a asumir una conducta más sensata que aquella en la que viven los sacerdotes por imposición de una jerarquía que vive de espaldas a la realidad en este como en otros temas ? Ese 2% al que se refiere Sipe podría corresponderse con las cifras de orientación asexual existente en una población elegida al azar, lo cual quitaría todo mérito a su elección, pues no costaría el más mínimo esfuerzo su práctica ? Las respuestas tomarán aún tiempo dada la actitud secretista con la que se manejan los problemas desde el Vaticano hacia abajo en cuestión de jerarquías.

Si supiéramos la realidad de lo que se cocina en esa olla de grillos en la que Roma debe convertirse en algunas ocasiones con temas tales como la pederastia, el falseado e impracticable celibato, la intemperancia con respecto a la anticoncepción, y otros tantos (qué explicación psicológica existirá para personas cuya principal actividad inquisidora tiene que ver con lo sexual); si lo supiéramos –insisto-- probablemente perderíamos algo del inútil respeto que aún conservan gracias a la ingenuidad de la opinión pública mundial, pero obtendríamos un entendimiento cabal de estas personas que están lejos de ser intermediarios de la divinidad y que yerran como nosotros, los que sólo queremos ser simplemente humanos. Probablemente tendrían que aceptar algunos sanos consejos de quienes tenemos experiencia sexual no vergonzante ni practicamos una vida llena de vacía duplicidad como la de Henry Willenborg. Tal vez así este sacerdote hubiera hecho menos daño con el insensato cumplimiento de un deber sacerdotal que pretería al primero que preconizan, el de amar a sus semejantes: ¡y qué mayor semejante que nuestros propios hijos!

Guillermo Ladd



jueves, 15 de octubre de 2009

Fred Phelps y la teología "anti-marica" de la Iglesia Bautista de Westboro



Las desgracias que últimamente les ocurren
a los norteamericanos son consecuencia de la
tolerancia de los EEUU con los homosexuales,
Dios odia a América, y todos los gays deben morir"
Lema de la Iglesia Bautista de Westboro

"Dios no los odia porque sean maricas;
son maricas porque dios los odia."
Reverendo Fred Phelps

Creería el lector que alguna de las nuevas religiones que el mercado espiritual ofrece podría estar fundada en el odio? O que lo principal de la teología de uno de estos nuevos cultos encuentre su fundamento en el desprecio y animadversión contra un grupo humano que se desvía de la norma en cuanto a su orientación sexual? Haga el lector una breve y no prejuiciada indagación en busca de una tipificación sociológica de los nuevos cultos que aparecen cotidianamente como hongos tras una llovizna, una primera evidencia que se constatará es que existe uno para cada gusto religioso, para cada preferencia espiritual y aún para cada odio.
Sacamos a colación el tema dada la reciente movilización que la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) efectuó en Washington hace una semana, la National Equality March, que promueve la igualdad de derechos personales a la que aspiran como ciudadanos norteamericanos los miembros de esta comunidad. Un temor de los manifestantes, expresado durante los preparativos de la misma, era la aparición previsible de los seguidores de la Iglesia Bautista de Westboro, una agrupación minúscula pero de notorio activismo, siempre dispuesta al empleo de la propaganda antihomosexual aún en situaciones límite que podrían suponer una actitud de reserva empática ante el dolor de los demás como la que se da en un funeral (Es sumamente interesante leer las explicaciones de los miembros de éste culto ante el crimen de odio efectuado en la persona de Matthew Sheppard, cuyo funeral pretendieron hace más de 10 años boicotear por su condición de homosexual exponiéndolos así a los reflectores de la opinión pública internacional ).
Fred Phelps es el líder religioso de esta singular Iglesia cuya base se encuentra en Topeka, Kansas. Tiene ésta 75 miembros siendo más del 80% de sus seguidores miembros de su familia, hijos, nietos y bisnietos. Su página web merece una lectura cuidadosa: es una clara evidencia de los extremos a los que la psicopatología puede llegar al asumir la forma de un credo religioso. La actividad proselitista de este grupo busca el odio de la sociedad norteamericana hacia los supuestos responsables de los problemas nacionales y por extensión a los de la humanidad: los homosexuales, a quienes despectivamente denomina "maricas" (fags en inglés). En su delirante interpretación de la realidad histórica, Phelps asume que los males que asuelan a los EEUU tienen que ver con la expresión tibia de la tolerancia nacional hacia los "maricas" . Llega a una afirmación insostenible, como lo muestra la fotografía colocada líneas arriba: que el ataque terrorista contra las Torres Gemelas fue un regalo de dios, una confirmación de que su prédica es la correcta. Los muertos en Irak también forman parte de la misma explicación y conforme llegan de regreso al país, los seguidores de Phelps se han manifestado incansablemente con piquetes en cada oficio fúnebre que los deudos han ofrecido en su recuerdo.
Como orgullosamente lo muestran en su página ya han realizado 41,226 manifestaciones de éste tipo desde Junio de 1991, inicialmente se presentaban en todo funeral de algún muerto por SIDA, pero tras el 9/11 y la invasión a Irak, en todo funeral de algún soldado muerto en esta confrontación. Han llegado al extremo de expresar su beneplácito con los IEDs que han acabado con las vidas de cientos de soldados norteamericanos. Observemos lo insidioso de su propuesta al entender que éstas son las siglas de “improvised explosive devices,” es decir coches u hombres bomba. Gastan alrededor de un cuarto de millón de dólares anuales en el desplazamiento de los piquetes que promueven, lo cual es pagado con sus propios recursos: diez de los 13 hijos del pastor Phelps son abogados como él. Nada lo ha detenido: ha sido llamado el más vil de los viles, inhumano y aún insano, pero él considera éstas adjetivaciones evidencia de lo correcto de su proceder, la prueba irrefutable de que predica la palabra de dios. "Sé lo que va a ocurrir -afirma- porque la biblia dice que así ocurrirá. Noé lo predicó por 120 años, sucedió el diluvio y no había convencido a nadie. Sé que no va a haber nadie que crea en ésto" sin preocuparle, ya que su determinación se mantiene incólume. Sus odios, por cierto, no se limitan a lo nacional, además de su anti-semitismo sus ataques también se dirigen contra los suecos, los irlandeses, los canadienses, la iglesia católica, los americanos de raza negra y todo aquel ciudadano o comunidad que defienda los derechos homosexuales.
La justificación de su lema central "Dios odia a los maricas" (GOD HATES FAGS) está claramente detallada en el sitio godhatesfags.com, y afirman que es "un profundo enunciado teológico, que el mundo necesita oír más de lo que necesita del oxígeno, del agua o del pan" y que demostraría:
"1) la absoluta soberanía de DIOS en todos los asuntos
2) la doctrina de reprobación, el ODIO de dios, que supone la retribución eterna o el castigo interminable de la mayoría de la humanidad en el infierno, y
3) la certidumbre de que todos los sodomitas impenitentes (bajo la "elegante metáfora" (sic) de FAGS, maricas) inevitablemente irán al infierno." (Citas traducidas textualmente). En el siguiente video se corrobora que Phelps no está bromeando, cree en lo que dice, como cree en dios.


mo se llega a semejante ideología? Qué ocurrió en la mente de Phelps para que llegara a éstas conclusiones? Los datos de su biografía hablan de una singular experiencia religiosa que la experimentó alrededor de los 17 años, cambiando desde entonces una personalidad que su entorno veía destinada a un ajuste de excelencia con su sociedad. El devenir posterior de su historia personal guarda semejanzas con las vidas de otros fundadores de las religiones de hogaño, y resulta un documento imprescindible no sólo para el estudio sistemático de las sectas y cultos actuales; si nos atenemos a que nuestro cerebro no ha evolucionado desde que adquirió su impronta en el neolítico, época coincidente con el inicio de la conducta religiosa en el Homo sapiens, la evaluación de biografías como la de Phelps permitiría extrapolar lo que podría haber ocurrido en el cerebro de los fundadores de las religiones más antiguas.
La religiosidad no puede substraerse al análisis científico, no obstante ser ésta actitud racional observada con suspicacia por las burocracias de las iglesias establecidas: buscar los fundamentos biológicos de la experiencia mística, indagar acerca de los mecanismos psicológicos que permiten su difusión desde el humano creador de la doctrina a los demás humanos, entender las múltiples formas de su expresión ritualística y sobre todo prevenir los excesos de sus versiones apocalípticas, son tareas de actualidad para el hombre contemporáneo, puesto que su comprensión permitirá conocer las profundidades de nuestra singular naturaleza.
La religiosidad, al ser un aspecto de nuestra naturaleza que con pretendida ambición aspira a darle un sentido de coherencia a la existencia, carece de un elemento regulador de los desvaríos a los que puede exponer al hombre en su búsqueda de respuestas; no puede tenerla en vista de la apelación a lo intuitivo no a lo racional cuando se sientan las bases de una nueva doctrina. Como sabemos muchas de las religiones han sido fundadas por hombres que han estado sometidos a experiencias místicas, inefables y de honda trascendencia aparente, que no siendo sino un estado peculiar del cerebro humano fueron asumidas por ellos como una manifestación de la divinidad. La posesión de ciertas características de personalidad les permitió convencer a otros hombres de la supuesta realidad de sus experiencias.
Las nuevas religiones o cultos como suele llamárseles en estos días, exponen a una porción considerable de seres humanos, a aquellos que descontentos con lo que tienen, buscan nuevos horizontes para su sed de infinitud, con la ilusión de querer encontrar las respuestas que las iglesias denominacionales se niegan a darles. Es penoso observar que aquello de lo que en su momento Tertuliano, el célebre padre de la Iglesia católica, se enorgulleciera de asumir ("creo porque es imposible") resulte el fundamento a ultranza sobre el que se sientan las bases de los nuevos credos religiosos. Es penoso, porque se suspende la crítica racional de aquello en lo que se cree y se entrega el individuo a los brazos de una doctrina que en repetidas ocasiones, tal como lo demuestra la experiencia reciente, se aprovecha de la ingenuidad del creyente, en algunos casos esquilmándosele sus bienes y en no pocos quitándoles incluso hasta sus vidas si el líder de alguna de ellas tiene la infeliz ocurrencia de que llegó la hora de partir a nuevas dimensiones de una existencia cuya realidad sólo se encuentra en su tortuosa imaginación.

Guillermo Ladd