sábado, 26 de septiembre de 2009

Nuevas evidencias de abuso sexual infantil por el clero católico: el caso Italia



Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que

creen en mi, mejor le fuera que se colgase al cuello una piedra

de molino de asno y que se le hundiese en lo profundo del mar

Mateo 18:6


Dante colocó en el noveno círculo de su genial Comedia, en el último y por tanto en el peor de los círculos, pues se encontraba en el centro del infierno, a aquellos hombres que cometieron traición hacia otros seres humanos, para él el peor de los pecados. Judas Iscariote sería un huésped obligado, pero también colocaría allí a muchos sacerdotes y a algunos papas. Dante no se equivocaba al situar allí a renombrados miembros de la curia: si hablamos de la aplicación de los conceptos doctrinarios de la Iglesia católica a la vida cotidiana un elemento fundamental en los fieles es la confianza a ultranza de éstos hacia los supuestos instrumentos de la divinidad, es decir los miembros del clero, pues estos se presentan como intermediarios entre el hombre corriente y dios; su palabra y actos son considerados la verdad, sin discusión. Lamentablemente en muchos casos esta relación desigual entre fieles y sacerdotes ha sido empleada de la peor manera, causando un dolor inconmensurable, el que la jerarquía eclesiástica ha contribuido a incrementar en muchas ocasiones con su silencio o su complicidad.


Ya algunos escritores de la biblia advertían que nos cuidáramos de los lobos disfrazados de corderos. Cuánta verdad tienen estas palabras cuando nos referimos a la existencia de depredadores sexuales en el seno de la Iglesia Católica. El estudio de su accionar, de su psicología profunda, de su relación con sus superiores, de la actitud de éstos ante el conocimiento de lo que ocurría, de la actuación de la Congregación para la Doctrina de la Fé (encargada de investigar estos hechos) y la de los propios pontífices, ha permitido a algunos estudiosos del tema asimilar el modus operandi en estos casos al de la camorra italiana o al de la cosa nostra, con su singular pacto de silencio, la omertá.


El escándalo se desató a lo largo de ésta década primeramente en EEUU, y han sido muchos los países en los que el abuso sexual vinculado a la pederastia han sido denunciados. Los horrores por lo sucedido han sido consistentemente conocidos por la prensa (ver Grand Jury Report on the Sexual Abuse of Minors by Clergy de Philadelphia como ejemplo de lo ocurrido). Todos los informes que han llegado a conocimiento público coinciden en la existencia de una trama similar con la que fue tratado este problema en las distintas diócesis donde se produjeron las denuncias: el sacerdote, una vez obtenida la confianza de los niños y de sus padres, procedía al abuso sexual consuetudinario de sus víctimas a quienes sometía con su autoridad o con la vil sugestión de que nadie podría creerles lo que contaran. A despecho de lo innoble de esta actitud, algunos casos en su momento pudieron ser denunciados, no obstante fue siempre una constante que el obispo, bajo cuyo cargo se encontraba la parroquia del criminal, impedía la actuación de la policía procediendo sencillamente a transferir de parroquia al abusador, en donde su labor depredadora continuaba con libertad, procediéndose así a sucesivos cambios de ciudad con la consiguiente continuidad en los abusos. Nunca se denunció al sacerdote abusador. Siempre se actuó en el secreto más avieso posible.


La burocracia eclesial contaba para este efecto con algunos elementos de su singularísimo derecho canónico que permitían el ocultamiento del delito y la pobre colaboración con las fuerzas del orden, En 1962 se distribuyó un documento privado que años después ha trascendido al conocimiento general: el Crimen sollicitacionis. Este documento instruía a la curia en el secretismo, específicamente en casos en los que sacerdotes fueran acusados de abusar del sacramento de confesión para hacer proposiciones sexuales a los penitentes y, por extensión, a los clérigos acusados de homosexualidad, abuso sexual infantil y bestialismo. Los sucesivos papas que dirigieron los destinos del catolicismo desde esa fecha usaron ese documento para asegurar el secretismo y encubrir los abusos de sacerdotes y obispos: sin duda monseñor Ratzinger (aka Benedicto XVI) conocía en detalle estos escándalos durante mucho tiempo. Por si esto fuera poco el mismo personaje, ya encumbrado como encargado de la Congregación para la Doctrina de la Fe, distribuyó una directiva para el tratamiento de los delitos más graves en los que se vieran involucrados miembros de la curia, el De delictis gravioribus. En dicho documento se establecía que al respecto de cualquier acusación que se dirigiera contra un sacerdote, el asunto sería tratado de la forma más secreta posible, apelando al secreto del Santo Oficio, es decir al silencio perpetuo. Se daba también un plazo para la prescripción de los mismos, o sea 10 años desde que el delito se cometió o desde que el menor abusado alcanzara la edad de 18 años. Ratzinger también endosó la cláusula clave del item 13, de la instrucción preliminar de 1962 que establecía: "El juramento de mantener el secreto debe también ser cumplido en estos casos por los acusadores, quienes denuncian al sacerdote y los testigos"; el ardid así cerraba su siniestro círculo: se permitía a los obispos emplear su autoridad para silenciar a las víctimas del abuso obligándolas a jurar guardar el secreto bajo pena de excomunión. Estas instrucciones fueron también intencionadamente interpretadas para permitirles a los obispos, que trataran las quejas contra sacerdotes, el encubrimiento de los hechos y su no denuncia a la policía.


Todo este preámbulo lo menciono para hacer de conocimiento un trascendido a la prensa. Recién este mes la agencia AP recoge una noticia publicada en enero de este año en la revista L'Espresso en la que se menciona el testimonio de 10 personas, sordas, que siendo niños fueron abusados sexualmente entre los años 50 y 1984 en una escuela católica en Verona (ver L'Espresso del 22 de Enero 2009). Decenas de víctimas de los sacerdotes que laboraban en el Instituto Antonio Provolo para sordomudos han realizado una extensa relación de personas afectadas y testigos, pero debido a la naturaleza de las limitaciones a los que la legislación los obliga estos crímenes ya no pueden ser llevados a una corte. Dicen no estar movidos por los juicios ni las compensaciones económicas: quieren evitar que otras personas se encuentren en el mismo riesgo de sufrir violencia como aquél en el que ellos mismos estuvieron. Cerca de 10 sacerdotes acusados siguen aún activos en el Instituto, razón por la cual los ex estudiantes enviaron a L'Espresso su testimonio, escrito y filmado, acerca de su penosa experiencia. Los documentos son conmovedores y dan un atisbo acerca de uno de los más graves casos de abuso sexual paidofílico en Italia: involucra a 25 sacerdotes y a cerca de 100 víctimas.


Remitámonos al artículo y a los videos de L'Espresso para mejor comprensión: "Los autores de los cargos citan una lista de episodios que comienzan en los 50's. Describen casi medio siglo de torturas, aún bajo el altar, en el confesionario, dentro de los lugares más sagrados. Aquellos niños tienen ahora entre 50 y 70 años de edad. Los abusos ocurrían incluso cuando estaban en grupo, bajo la ducha. Giuseppe -uno de los afectados- recuerda: "Tres muchachos y tres sacerdotes se masturbaban unos a otros mientras se duchaban". Pero talvez la historia más inquietante es la de Bruno, quien a fines de los 50's era considerado el muchacho más guapo de la clase: "Me volví sordo a los 8 años, al año siguiente comencé a acudir al Instituto Provolo hasta cumplir los 15. Luego de tres meses de mi ingreso y hasta que dejé la escuela fui objeto de acoso sexual, sodomizado y forzado a tener todo tipo de relaciones sexuales con los siguientes sacerdotes y hermanos:..." Y enumera una lista con 16 nombres, entre los que se encuentra un alto prelado, muy famoso en Verona del cual recuerda que acompañado de otro cura fueron al edificio de la iglesia: "Era 1959, yo tenía 11 años. Me sodomizó y me pidió que hiciera otros juegos sexuales. Fue una terrible experiencia que me generó serios problemas psicológicos cuando llegué a la adultez". Los abusos no se perpetraron sólo con niños. Lina, quien tiene ahora 50, estuvo en el Instituto entre los 6 y 17 años; a los 13,"en la iglesia, durante la confesión el sacerdote tocaba mis senos una y otra vez. Recuerdo muy bien su nombre, vivía aterrada cuando se acercaba el momento de la confesión". Giovanna escribe que otro sacerdote "se tocaba su miembro y me pedía que yo lo hiciera" Para muchas de las niñas de entonces estos actos ocurrieron en la iglesia, bajo el altar, en el confesionario, no había lugar sagrado para estos criminales.


Los ex estudiantes han expresado sus reclamos ante la curia de Verona, pero tras la indiferencia de la misma y a pesar de las múltiples reuniones sostenidas con el obispo monseñor Giuseppe Zenti con los inútiles resultados obtenidos, se han visto obligados ha enviar una carta fechada 8 de Diciembre 2008 en la cual manifiestan su decepción: "No obstante nuestros encuentros con la curia, durante los cuales hemos llamado su atención acerca de los actos paidofílicos y los abusos sexuales perpetrados contra antiguos estudiantes sordos y mudos en los años que estuvieron en la institución, no hemos recibido respuesta a nuestros reclamos" "No hay respuesta a pesar de su compromiso de intervenir en este asunto"


La agencia AP en la noticia publicada el 13 último menciona otros datos interesantes (ver AP setiembre 13, 2009) Uno de los afectados, Gianni Bisoli de 60 años, menciona al obispo Giusepe Carraro, quien está siendo considerado para su canonización. Es un caso ilustrativo de cómo maneja la curia este tipo de problemas: un juicio diocesano fue efectuado en el que se declaró a Carraro inocente de los cargos. Lo interesante de la situación es que durante la investigación no se entrevistó a ninguna de las víctimas denunciantes, los testimonios se limitaron a los miembros sobrevivientes de la congregación, al personal de la escuela y a la revisión de la documentación existente. La beatificación se suspendió durante el proceso, ahora continúa adelante; es a este connotado obispo a quien se refiere la acusación mencionada párrafos arriba. El artículo mencionado es más detallado en cuanto a las perversiones que se permitía el obispo con los niños sordos, por lo que remito a su lectura.


AP ha hecho una relación detallada, desde la denuncia del Instituto Provolo hasta hoy, de 73 casos de abuso sexual que comprometen a igual número de sacerdotes y a 235 víctimas en todo Italia. El detalle de la misma habla entre otros delitos de inducción a la prostitución infantil, participación en rituales satánicos y un connotado caso involucra a un sacerdote florentino a quien se hace responsable de "abuso sexual, falso misticismo y dominio de conciencias". No obstante la conducta que ha de seguir la burocracia católica aún es incierta: mientras el obispo de Verona, Giuseppe Zenti pide "humildemente el perdón de las personas afectadas y sus familias" sin promover la mínima sanción a los abusadores, el procurador de la Congregación para la doctrina de la Fe, Charles Scicluna, admite que el problema es antiguo y que necesita ser arrancado de raiz, y en un alarde de falaz lucidez menciona: "Siempre ocurrió (el abuso sexual pederasta). Es importante que la gente hable de ésto, porque de otro modo no podríamos brindar la salud que la iglesia puede ofrecer a las personas que la necesitan- tanto las víctimas como los perpetradores". No se observa en sus palabras la más mínima crítica del accionar eclesial, tan sólo la arrogancia del que cree tener la razón y el desprecio del sufrimiento humano al equiparar el de las víctimas con el de sus victimarios.


Si el infierno de Dante existiera, y otro vate cantara sobre él, no dudaría en poner allí a todos aquellos actuales sacerdotes, obispos y papas que traicionaron con vileza la confianza de sus creyentes.


Guillermo Ladd



jueves, 24 de septiembre de 2009

Robert Fanish, vivir y morir como cristiano en Pakistán


Este hombre, con evidentes huellas de ahorcamiento, ha muerto en una celda de la cárcel de Sialkot, Pakistán. Las autoridades afirman que se suicidó, sus familiares que fue asesinado. Se llamaba Robert Fanish, tenía 20 años. Su crimen: ser cristiano en un país musulmán y pretender a una mujer musulmana. Los familiares de la chica a falta de mayores argumentos para evitar la aproximación entre ambos lo acusó del peor crimen que puede darse en este lugar: blasfemia. Puntualmente, profanar las sagradas escrituras coránicas infringiendo el Código Penal Pakistaní (de 1860, ver Código) que regula con bastante precisión los crímenes y las penas a aplicar en estos casos: el artículo 295 de dicho código establece a la letra “Cualquiera que voluntariamente profane, dañe o blasfeme contra una copia del sagrado Corán o de un extracto de éste o hable de él de una manera despectiva o para cualquier otro propósito ilegal será castigado con cadena perpetua”. Originalmente establecía la pena de muerte, pero la presión internacional moderó este exceso hasta llevarlo al confinamiento de por vida, a despecho de lo que la Corte Federal de la Shari’a exigiera.

La historia que se encuentra en el trasfondo de esta muerte es bastante ilustrativa de lo que ocurre con los cristianos, una minoría religiosa, que pretende vivir en un país con más del 95% de su población creyente en el Islam.
Fanish y Hina Asghar, musulmana, se frecuentaban los últimos 4 años. El 10 de este mes habiéndose citado en la azotea de su casa, fueron sorprendidos por la madre de la muchacha, quien colérica contó lo ocurrido a la esposa de un clérigo conocido como Amanullah de la aldea en la que viven, Jathikai. Se le advirtió a Hina que de continuar la relación ambos podrían perder la vida. A la mañana siguiente la joven intentó entregar una carta explicatoria de la decisión que pensaba tomar –alejarse- escondida en un supara (capítulo) del Corán en las manos de Fanish, el cual disgustado apartó su mano en un gesto descomedido ignorante de las intenciones de Hina y de el libro que ella blandía. El supara y la carta cayeron en una sentina, mezclándose con la basura que allí se encontraba. Al volver a casa la madre le preguntó cómo así había ensuciado las escrituras, al enterarse denunció el hecho ante Amanullah. A la mañana siguiente el clérigo anunció durante su sermón que un cristiano había blasfemado contra el Corán. Una turba de islamistas blandiendo palos se dirigió a la aldea, exigiendo el linchamiento de Fanish y ocupando la casa que poseía. La iglesia de su aldea fue incendiada, el padre de Fanish apresado y cuando procedían a quemarlo en la hoguera fueron convencidos por dos ancianos lugareños que un crimen como ése no quedaría sin castigo a los ojos de Alá y que si querían tomar venganza procedieran más bien a apalearlo. Así lo hicieron, lo llevaron a la Iglesia, donde continuaron quemando biblias y maltratándolo. Fanish, escondido, no fue arrestado hasta el día siguiente cuando intentaba beber agua. Una vez preso y tras un intenso interrogatorio la policía afirma que Fanish se colgó en su celda, usando una cuerda fabricada con sus propias ropas. El Comité de Acción Conjunta para los Derechos del Pueblo, una alianza de más de 30 grupos de derechos humanos, ha manifestado en un pronunciamiento que tiene el testimonio de testigos que afirman haber visto huellas de tortura en el cuerpo. Este comité dice que la evidencia en este caso “genera fuertes sospechas del compromiso de oficiales de la cárcel” en la muerte de Fanish (ver New York Times del 17 de Setiembre).

La tragedia de este hombre no es un hecho aislado. “Es un patrón” dice Asma Jahangir, portavoz de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán. Lo confirma la agencia de noticias cristiana Compass Direct News que ha hecho un recuento exhaustivo de los abusos que esta minoría viene recibiendo en Pakistán (ver http://www.compassdirect.org/espanol/pais/pakistan/). Los más recientes en Marzo, Junio y Julio pasado (ver Washington Post), causaron la destrucción de hogares, iglesias o la muerte en la hoguera de 6 cristianos, todos estos crímenes sin culpables, cometidos por turbas musulmanes enardecidas, con el mismo argumento, blasfemia.

Lo ocurrido el 25 de Julio merece también relatarse brevemente para entender tanto los reflejos antiblasfemos que la población paquistaní tiene tan aguzados, como la metodología empleada muy similar a la que ocasionó la muerte de Fanish. Un cortejo nupcial de una pareja cristiana pasó a lo largo de la aldea de Korian. Los participantes bailaban y arrojaban monedas al aire como dice la costumbre. A la mañana siguiente un miembro de la aldea encontró trozos de papel en las calles por donde el cortejo pasara que contenían escritura árabe.”Los examinamos y eran las páginas del sagrado Corán” afirmó un hombre en el atestado policial. Cuatro días después se acusó a uno de los participantes del cortejo, Talib Masih, quien enfrentado a los ancianos de la localidad no admitió su pecado generando la indignación de la población musulmana de la aldea. Los resultados: docenas de casas incendiadas, la Iglesia Pentecostal de La Fe en la Biblia dejada en ruinas, dos aldeanos muertos a balazos y otros 5, incluyendo 2 niños, quemados vivos. ( ver Washington Post de Agosto 3, 2009)

La situación no es novedosa y ha llevado a algunas acciones extremosas: en 1998 el obispo de Faisalabad, el sacerdote católico John Joseph, se suicidó de un balazo frente a la corte de justicia de la ciudad de Sahiwal en protesta porque uno de sus feligreses había sido condenado a la pena de muerte por haber hablado mal de Mahoma. Llamativa decisión en vista de que la Corte Suprema pakistaní siempre ha corregido las sentencias de cortes inferiores cuando condenaban al blasfemo a la pena capital (Ver BBC News de Mayo 7, 1998). Amnistía Internacional ha mencionado en un informe ad hoc acerca de la insuficiente protección de las minorías religiosas (ver Informe, 2001), que una característica común de las acusaciones por blasfemia en este país es la manera como son aceptadas sin la mínima crítica por los miembros del sistema judicial, quienes en ocasiones se ven enfrentados a amenazas y abusos de ser denegadas.

Un reciente reporte de la Comisión norteamericana Libertad Religiosa Internacional (ver Informe 2009) resalta el rol que Pakistán tiene en todo foro en el que participa promoviendo el concepto de “difamación religiosa” con la pretensión de globalizar sus propias leyes contra la blasfemia que, en opinión de la Comisión, limitarían seriamente y criminalizarían los derechos a la libertad de religión y expresión del individuo a escala mundial. Exige además del gobierno pakistaní la no criminalización de la blasfemia así como la implementación de cambios en los procedimientos legales que reduzcan y terminen con su abuso en contra de las minorías shiítas, sikh, cristianas y ahmadis.

Esta situación, que tiende a corromperse cada vez más, tiene que ver con la inestable situación política por la que Pakistán viene pasando en los últimos 30 años, desde que Mohammed Zia ul Haq dio su golpe de estado en julio de 1977. El dictador estableció la islamización de Pakistán en un momento de suma volatilidad en medio oriente, el annus mirabilis para el islamismo de 1979. La invasión soviética a Afganistán y el triunfo de la revolución iraní galvanizó a la sociedad musulmana generando una creciente radicalización social. El gobierno de Zia ul Haq se encontraba carente de base social, así la islamización de la política, la economía y la superestructura judicial le permitió tener el soporte de importantes corrientes de opinión dentro de la sociedad pakistaní; el fomento de las madrasas, escuelas de jihadistas que habrían de expandir su credo a lo largo de los principales países sunnitas, fue otra cota importante en este proceso que ahora Pakistán está pagando con la embestida de los talibanes en el valle de Swat. Es aquí, en este lugar, en donde se encuentra en juego cuál modelo de estado, secular o musulmán, habrá de guiar el destino de esta nación: los observadores mundiales se encuentran ante un expectante compás de espera.

La derrota talibán, por tanto, es un primer paso en el proceso de secularización que requiere el país para su ingreso en un proceso modernizador que coarte los excesos a los que estados confesionales como el pakistaní son capaces de llegar sin importarles la integridad de los individuos ni sus libertades personales. Mientras esta situación no llegue los cristianos como Fanish seguirán muriendo en el altar insano de un credo intemperante como el que se ha impuesto en Pakistán.

Guillermo Ladd

sábado, 19 de septiembre de 2009

Reliquias y la racionalidad de su culto


Cómodamente instaladas en su urna de 137 kilos, viajando en el moderno Eurotunnel desde Normandía a Londres, 2 de las 35 mil reliquias de la que en vida fuera Teresa de Lisieux, a saber un trozo de cadera y otro del pie, han llegado al país de Richard Dawkins, el célebre ateo británico. Siendo interesante como tema de investigación la vida y culto a Teresa, lo dejamos para una próxima entrada y tocamos el no menos inquietante culto a las reliquias, en el que el catolicismo supera con creces a otras religiones de similares costumbres necrofílicas.

Teresa, sólo para una breve información preliminar, era una ilustre desconocida en vida. A su muerte en 1897 y con el cadáver aún tibio sus hermanas carmelitas entraron a saco en su habitación conventual, haciendo añicos el piso y la cama que ocupaba para guardar consigo un fragmento de algo que hubiera estado en contacto con la futura santa. A los pocos meses miles de peregrinos acudían a Lisieux por el mismo motivo, viéndose obligada la policía a redoblar la vigilancia de su sepulcro para evitar su profanación. Tras su apurada canonización en 1925, se exhuman sus restos y se procede al simbólico canibalismo de los mismos, se troza su cuerpo para que algunas iglesias o clérigos tengan consigo una partecita de su protectora santidad. De esta manera las célebres porciones del cuerpo de Teresa han viajado por todo el mundo, estimándose en más de 40 los países recorridos y que en vida no pudo conocer al preferir encarcelarse a perpetuidad en un monasterio con sus otras 4 hermanas. Sus restos alguna vez fueron llevados a Bagdad hace 7 años con la esperanza de evitar el conflicto que Bush desatara poco después en Irak (de nada valieron estos esfuerzos milagreros, como sabemos, pues el ex-presidente norteamericano no era católico) y otra parte ha sido enviada a orbitar alrededor de la tierra no sabemos con qué ignotos propósitos.

Todo esto podría parecer algo impropio en sociedades modernas pero esta viciosa costumbre, ha degenerado hasta adquirir ribetes mercantilistas (basta ver los brochures de la reciente "visita" de las reliquias a Inglaterra), lo cual no resulta novedoso si conocemos un poco de la historia de este extraño subculto supérstite en el corazón del culto católico. La pequeñez de la reliquia nunca ha sido un problema, es más, da garantías de la democratización de la veneración: un cuerpo trozado en mil pedazos permite a mil fieles tener la cercanía de lo santo y... en su propia casa. San Victricio llegó a manifestar a este respecto
: "No debemos quejarnos de la pequeñez de las reliquias. Los santos no sufren daño alguno porque se dividan sus restos. En cada trozo se oculta la misma fuerza que en el total". Huelgan comentarios.

Desde principios del cristianismo, las personas han visto a las reliquias como una forma de estar más cerca de los santos y de esta manera de dios. La práctica parece emparentarse con otra medieval, la del peregrinaje a los sepulcros de los santos, y en vista de ésta las reliquias se convirtieron en un negocio importante: los peregrinos veían en la compra de reliquias un medio de traer el sepulcro a casa, así en lugar de viajar cientos de kilómetros para aproximarse a lo santo, mejor se lo traían a casa. Una "sana" costumbre entonces con bases económicas importantes. Siempre quedará algo por decir acerca de cómo se negociaban desde el medioevo las reliquias. Una deliciosa novela de Eça de Queiroz, “La reliquia” , evidencia los resortes psicológicos que esconde todo adorador de estos restos humanos y su contraparte dialéctica, el embaucador vendedor de los mismos (Ver http://66.240.239.19/1/8/4/18441.ZIP).


Pero la costumbre no parece tener raíces en el judaísmo. Karl Heinz Deschner en su celebre "Historia Criminal del Cristianismo" (Kriminalgeschichte des Christentums) ha desvirtuado las bases supuestamente teológicas en las que la burocracia eclesial fundamenta este culto, que visto desde lo doctrinario carecería de un documentado soporte escritural a pesar que esforzadamente ha sido buscado y en apariencia encontrado.
¿Cómo, si no, podría haberse desarrollado en un pueblo que en sus Sagradas Escrituras, 4 Mos.19, 11, afirma: «Quien toque a persona muerta, será impuro durante siete días»? En efecto, el que no se purifique al tercero y al séptimo días, quien haga «impura la casa del SEÑOR», «deberá ser arrancado de Israel».

Esto nunca fue obstáculo para los avisados padres de la Iglesia. Total, de un libro tan contradictorio y abarcativo de miles de historias como la biblia puede extraerse de su contexto cualquier cita que se ajuste a lo que el interesado considere necesario para sus fines.

En la versión online de la Catholic Encyclopedia, en la entrada correspondiente a reliquias se hace mención a un decreto generado en el importantísimo Concilio de Trento (1545-1563) plasmado luego en el Catecismo Romano el cual, "recordando las maravillas verificadas en las tumbas de los mártires, donde ciegos y tullidos recuperaban la salud, los muertos volvían a la vida y los demonios eran expulsados del cuerpo de los hombres", señalaba que estos hechos habían sido presenciados "con sus propios ojos" por dos santos medievales Ambrosio y Agustín. Añade la enciclopedia que luego de estos testimonios los compiladores doctrinarios posteriores han argumentado: "Si por los vestidos, pañuelos (Hechos 19:12), o la sombra de los santos antes de que partieran de esta vida (Hechos 5:15), desaparecían las enfermedades y restauraban la fuerza, quién tendrá la osadía de negar que dios hace su maravilloso trabajo a través de cenizas sagradas, huesos y otras reliquias de santos? Esta es la lección que debemos aprender de aquel cuerpo muerto que, habiendo caído accidentalmente en el sepulcro de Eliseo "al tocar los huesos del profeta, al instante volvió a la vida (2 Reyes 13:21)”. Este párrafo parece resumir lo principal de la doctrina católica al respecto, es decir un argumento tautológico que recurre al amedrentamiento sutil ("quién tendría la osadía...") para evitar su confrontación ideológica.

El culto por tanto poco tiene que ver con la tradición judaica, pareciera más bien provenir de una costumbre pagana que de antaño veneraba a los héroes y semidioses del panteón grecorromano y que pasó luego a injertarse en la conducta del cristiano promedio sin mayor crítica. La diferencia estriba en que el hombre de la antigüedad era más racional y respetuoso que el medieval, jamás se le hubiera ocurrido profanar la tumba de un héroe para obtener una porción de un hombre admirado por sus cualidades sobre-humanas para mitigar el horror al vacío existencial latente en todo creyente y que credos como el católico no han podido corregir a pesar de sus esfuerzos. De otra parte, las bases económicas para su aparición como conducta no han recibido la suficiente atención, produciendo en el observador externo la impresión de que su posterior inclusión y consagración ex post facto en el catecismo, fue hecha con el objetivo clerical de evitar ser sobrepasados por una conducta extravagante y primitiva que la curia se había visto obligada a alentar, aunque con algunas restricciones (v.gr. la adoración del Santo Prepucio tuvo que ser proscrita). Ni Jesucristo ni sus apóstoles plantean en lugar alguno de las escrituras del culto católico la más mínima sugerencia al respecto.

Vayamos un poco más allá. Cómo jerarquizan los curas estos restos? El procedimiento es útil conocerlo para entender sus disparatados contenidos mentales. Remito, nuevamente a Deschner
: "Lo mismo que en el catolicismo todo está jerarquizado, que el papa es más que el obispo, que éste es más que el párroco, quien a su vez es más que el laico, lo mismo las reliquias, por santas que sean, tienen un valor diferente y las piezas capitales (Reliquiae insignes), el cadáver completo, la cabeza, el brazo y la pierna se consideran más que las Reliquiae non insignes, entre las que se distinguen las «notabiles» (notables) como la mano y el pie, y las «exiguae» (menores) como dedos o dientes. Además de estas llamadas reliquias primarias están las secundarias, que se dividen en reliquias materiales tales como ropas, herramientas de martirio, etc., y reliquias de contacto, que son objetos que han tocado el cadáver del santo o sus restos.

Después del propio santo, el objeto primario, aquellos otros de contacto que ha tocado en vida son los de máximo valor y entre éstos, a su vez, los principales son las herramientas del martirio. (San Lorenzo fue decapitado. Para los cristianos posteriores esto resultaba demasiado simple. Alrededor del 400 se afirmó que le habían asado en una parrilla y naturalmente pronto se tuvo la herramienta de este martirio y se la veneró como reliquia; que dicho sea de paso no fue la única parrilla adorada.) Después de los instrumentos de tortura venía la indumentaria de las personas santas, como por ejemplo la de María. (En Bizancio dos iglesias se disputaban el primer puesto en cuanto a las ropas de María que poseían.) Pero entre las reliquias de segunda categoría se contaban también objetos santificados por un contacto a posteriori, objetos procedentes de las proximidades de las tumbas de los santos: flores, polvo, que se consumía, aceite de la tumbas, de las lámparas que allí ardían, u objetos con los que se había tocado el sepulcro, paños, devocionarios. Se consideraba y se considera en sentido más amplio reliquia todo lo que presuntamente estuvo en las proximidades de Jesús y de este modo se santificó, el pesebre, la cruz, la corona de espinas, los clavos, sus ropas, etc.

También la sana conciencia popular sabía distinguir con sutileza. Un trozo de cadáver contaba naturalmente más que un diente o los pelos de la barba. No obstante, estos últimos estaban a un nivel superior a las ropas u otras cosas con las que el venerado hubiera estado en contacto. También se clasificaban los taumaturgos y a los mayores se les construían iglesias o sepulcros más grandes, a los menores más pequeños y a los primeros se les conmemoraba naturalmente con mayores festividades." (Historia Criminal del Cristianismo, pp 190-191)


Además resulta importante notar que las partes del santo que fueran significativas estando en vida son las reliquias más apreciadas. Por ejemplo, el brazo derecho del rey Esteban de Hungría es especialmente importante debido a sue status de gobernante (!!). La cabeza de un famoso teólogo puede ser su más importante reliquia: los monjes cisterciences de la abadía de Fossanova así lo entendieron y decapitaron una vez muerto a Tomás de Aquino. Si un santo viajó mucho, entonces los huesos del pie son los más preciados. Aquí en nuestro medio, durante las exequias de Isabel Flores de Olivo (Santa Rosa de Lima) manos criminales se atrevieron a cortar el dedo mayor del pie para conservar una parte de ella, mientras el cortejo fúnebre se hacía más y más tumultuoso: porqué elegiría dicha porción el profanador nunca lo sabremos.


Y así podríamos continuar sin término a la vista, pero es prudente detenerse. Además de agotador, el ejercicio puede resultar aburrido para el lector, a quien se hace sospechoso mientras más llegue a conocer del tema que algo extraño y retorcido ha ocurrido en las “preclaras” cabezas de quienes han dirigido hasta hoy los destinos de millones de seres humanos que creen y dependen, de sus dictados ideológicos y de sus supersticiosas costumbres.


No sabría a quien agradecerle, si es que debería hacerlo, pero me llena de tranquilidad el saber que no comparto una costumbre tan poco humana como ésta, actitud que me parece no depende de los principios ateístas en los que creo, sino de la natural compasión de la que estamos dotados todos los seres humanos sin excepción, pero que algunos suelen olvidar cuando se entregan a la insensatez de un dogma.


Guillermo Ladd