domingo, 9 de marzo de 2014

El Papa que no quería ser Superman

                                                                       
             

                                                                                         "El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme                       
                                                                                          profundamente y tiene amigos como todos.    
                                                                                         Una persona normal...Sigmund Freud decía 
                                                                                         que en toda idealización hay una agresión.    
                                                                                         Pintar al Papa como una especie de  
                                                                                         Supermán  o una estrella me parece      
                                                                                         ofensivo".

                                                                    Entrevista al Papa por Corriere della Sera del 5.3.2014

Cierta amargura se deslizaba en la conversación amable que había venido sosteniendo Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, con Ferruccio de Bortoli, el director de Il Corriere della Sera quien tenía el privilegio de entrevistar nuevamente a Su Santidad el pasado 5 de Marzo. No faltó por supuesto la alusión al amor y servicio de la Iglesia Católica al que tanto él como sus antecesores nos tienen acostumbrados, lamentando el que no pudiera ser libre como los demás mortales para poder, entre otras cosas, visitar a su hermana enferma en Argentina. Preocupado por su imagen pública se animó a efectuar una interpretación psicoanalítica sobre lo que pudiera estarse pensando de él, con el aparente afán de acabar con esa "franciscomanía" que al inicio de su pontificado no creía necesario moderar. Pero parece que ya llegó la hora. Nos está diciendo, si le devolvemos con la misma moneda interpretativa al respecto de el párrafo que usamos de epígrafe, que no esperemos mucho de él. Sobre ninguno de aquellos temas por los que sus admiradores creían que, por fin, un pontífice tendría el valor suficiente para desfacer los entuertos causados por sus colegas, que le valiera ese genial graffiti que un admirador, español a todas luces, había efectuado en una pared cercana a San Pedro.

En esta etapa de su pontificado, a un año de iniciado el mismo, diferentes sectores católicos se han venido pronunciando sobre lo que afirmara en otro momento de la entrevista con respecto al espinoso problema de los pederastas y encubridores que aún aloja su Iglesia. Y lo han hecho por la tibieza con que parece querer resolver el problema y por la defensa que ahora está asumiendo, que huele más a una excusa que a una voluntad deseosa de restaurar la credibilidad de una institución que ha perdido mucho en estos últimos años. 

Algunos filósofos cristianos han pedido una respuesta más firme, Besancon y Scruton entre ellos, en vista de la insidiosa mala fe de algunos voceros del secularismo, que no pierden oportunidad de enrrostrarle su inacción. Así que ante la pregunta bienintencionada de Bortoli, Francisco no dudó en decir lo siguiente: "Los casos de abusos son tremendos porque dejan heridas profundísimas. Benedicto XVI fue muy valiente y abrió el camino. Y siguiendo ese camino la Iglesia avanzó mucho. Tal vez más que nadie. Las estadísticas sobre el fenómeno de la violencia contra los chicos son impresionantes, pero muestran con claridad que la gran mayoría de los abusos provienen del entorno familiar y de la gente cercana. La Iglesia Católica es tal vez la única institución pública que se movió con transparencia y responsabilidad. Ningún otro hizo tanto. Y sin embargo, la Iglesia es la única en ser atacada" (puede verse la entrevista aquí tal como apareció en español en el diario argentino La Nación). 

No tardaría en arder Troya: la respuesta evidenciaba, en vista de su reiterado silencio sobre el tema, dos aspectos que, para quien se encuentre medianamente informado no se correspondían con la realidad. El primero, que la Iglesia y sobre todo Benedicto XVI, habían tomado decisiones "valientes" sobre el asunto. El segundo, que los abusadores se encontraban en las familias y no en la Iglesia. De allí a la extrañeza que sentía por ser la Iglesia la única institución atacada sólo mediaba un paso...Y lo dió.

Al día siguiente el National Catholic Reporter publicaría un rotundo editorial "Francis, you must meet victims of clergy abuse" en el que se le respondía a Francisco que dichas afirmaciones "ocultaban las verdades más difíciles" acerca de este incómodo asunto, desenredando así todo ese aparatoso lenguaje que emplean los pontífices para evitar decir la verdad sobre un asunto cualquiera. Los del NCR le dirían líneas después: "El otro lado de esa verdad, Su Santidad, es que ninguna otra institución sobre la tierra tenía los medios o la voluntad de esconder tanto crimen y pecado por tanto tiempo. La realidad es que mientras los incidentes de abuso infantil son horribles, el escándalo más grande y persistente es cuántos obispos y cardenales ocultaron el pecado, pagaron a las víctimas enormes sumas de dinero para mantenerlos en silencio y rehusaron contar aún a sus colegas obispos y sacerdotes de los problemas potenciales que traería el transferir a los sacerdotes problemáticos" Y le recordaba además que si la Iglesia ahora acepta que exista el problema luego de negarlo por años es sólo debido "a la enorme presión pública fomentada por las víctimas y otros dentro de la iglesia exigiendo la verdad. Y los registros demuestran que los líderes de la Iglesia pueden ser menos que diligentes al aplicar lo nuevos estándares (acerca de cómo manejar estos problemas)". En el mismo editorial le implora preste atención a las historias de las víctimas, puesto que "a menos que esta profunda herida sea atendida de una manera amorosa y comprehensiva -a menos que el pastor del mundo sea capaz de atender compasivamente esta horrible injusticia dentro de su propia familia- la herida continuará infectándose y empequeñecerá todas las otras reformas pastorales e institucionales que Ud ha iniciado". Clarísimo el editorial, esperemos para ver qué responden Francisco o sus voceros.


No sólo los de NCR, el editor asociado de la revista Commonweal Magazine, Mollie Wilson O'Reilly también comenta en un artículo aparecido en el blog que patrocina la revista, "On sex abuse, Francis -alas- sings a familiar tune", que, si bien es cierto que hay revelaciones de abusos y encubrimiento en otras instituciones, como scouts, escuelas privadas, la comunidad Hasídica, "no es sólo una perspectiva distorsionada la que hace más visible los problemas de abuso sexual de la Iglesia: es la escala del abuso y su inadecuada respuesta, la persistencia del problema y la falta de transparencia y responsabilidad las que han hecho de este escándalo la comidilla de los medios por tanto tiempo. También está el hecho de que la Iglesia sea una Iglesia, lo que aumenta su relevancia como elemento que choca con la conciencia. Y es una Iglesia con una estructura de autoridad muy fuerte, muy visible, que cuando sus líderes cometen crímenes -o fallan en admitir errores- se refleja de mala manera sobre todos y todo". Añade asimismo que si los líderes de la Iglesia han respondido compasivamente y con voluntad de reforma, aunque no en todas partes ni consistentemente, "fue luego de décadas de empantanamiento...y de un impulso por menospreciar la enormidad del problema...No nos equivoquemos: las cosas no han sido resueltas. Espero que el Papa lo sepa, o que pronto hablará con alguien que pueda decírselo". Habrá alguien en su entorno que se animará? Como van las cosas parece que será otro el derrotero el que seguirá la pesquisa sobre este intrincado problema.


Por de pronto otras personalidades que no niegan sus principios católicos se han manifestado respecto de estos dos gazapos dichos inadvertidamente por Francisco. Francesco Zanardi de la Rete L'Abuso ha comentado a la BBC: "Los casos de abuso infantil cometidos por sacerdotes continúan ocurriendo, a todo lo ancho de Italia, y de los casos que hemos denunciado no hemos visto resultados". Mientras, Terence McKiernan, fundador del website BishopAccountability.org ha sido más directo en sus críticas, quejándose de que el Papa no sólo ha fallado en disculparse con los niños que han sido abusados sino que ni siquiera  ha expresado su pesar: "Es sorprendente que hasta estos tardíos momentos el Papa Francisco recicle esta retórica tan cansona y defensiva" (ver el artículo publicado por la BBC). Otros han sido más virulentos, por ejemplo la Survivors Network of those Abused by Priests, afirmó en un pronunciamiento que los comentarios del Papa reflejan "una posición arcaica, defensiva que no hará a los niños sentirse más seguros".


El golpe ha acusado respuesta, en vista que un obispo cercano a Francisco, Timothy Dolan, ha anunciado que el Papa se reunirá con las víctimas aunque no ha trascendido ningún programa de actividades al respecto. "Espero que lo haga. El Señor sabe que tengo que hacerlo y el Señor sabe que creo que la mayoría de obispos y pastores tenemos que hacerlo".

Un enigma saber lo que se trae Francisco, pero cada vez resulta más claro su pensamiento conforme manifiesta declaraciones a medios de comunicación que no le son abiertamente opuestos. Como no podrá negarlo no se requiere ser Superman para limpiar enteramente su casa. Sólo se requiere de una virtud que hoy por hoy parece no tener. Coraje suficiente para ver la realidad y para actuar acorde con ella.


Guillermo Ladd

domingo, 2 de marzo de 2014

Sarita Colonia, raíces de su culto. En el centenario de su nacimiento.


Ayer fue motivo de celebración para los que saben de ella y la veneran. Sarita Colonia (SC) nacía cien años atrás, en la ciudad de Belén en Huaraz, hija de un carpintero humilde: las coincidencias con Cristo como se verá no son gratuitas. Su mausoleo, ubicado en el viejo cementerio Baquíjano del Callao, estuvo ayer rebosante de un mar humano de procedencia humilde, que repartía entre los concurrentes, panes, mangos, caramelos, platos de carapulcra o lo que se hubiera querido buenamente llevar para compartir con los demás, en un despliegue de caridad que pocas veces puede verse en la religión oficial, aquella que le ha negado a sus devotos la categoría de santa a Sarita, magnífico favor recibido, por cierto.

El estudio de su culto adquiere importancia cuando queremos entender las estructuras mentales que movilizan a las clases populares en cuanto a su identificación con un proceso religioso que les permita tener un sentido de pertenencia a alguna estructura social sea o no a través de alguna denominación religiosa  o cuando pretendemos averiguar de qué elementos cognitivos, sociales o incluso políticos consta el interesante fenómeno de la religiosidad. 
Lamentablemente, desde un punto de vista histórico
es imposible obtener documentación alguna que nos permita entender los
recodos por los que transitó la biografía de SC: sólo existen la modesta foto familiar realizada antes de que la familia regresara a Huaraz debido a la enfermedad final de la madre de Sarita, en donde ella aparece con el rostro adolescente que servirá de modelo de todas sus posteriores reproducciones gráficas y el acta de defunción que menciona la causa de su muerte, paludismo. Sólo el testimonio oral, proveniente de los allegados suyos y cierta mitología popular que pretende explicar algunos detalles desconocidos de su vida e inclusive de los pormenores de su muerte, son los únicos elementos sobre los cuales se puede pergeñar un esbozo de quién fue ella.

Dos sustratos culturales pueden emplearse por lo tanto para intentar una explicación del culto: el análisis de algunos mitos de los que se buscará encontrar cuánto asiento tienen en la realidad y el análisis de la evidente modificación que su imagen ha sufrido con el correr de los años. 

Al respecto de los mitos que existen alrededor de su vida parecen algunos haberse concebido con el propósito de superar esa valla que el catolicismo ha impuesto para decretar la santidad de alguien, es decir la probada referencia a dos milagros que el/la aspirante a santo/a haya efectuado en vida, mientras que otros parecieran querer incidir en la vida no solo orientada a la bondad de Sarita sino a la pureza de la misma, es decir mitos que están referidos a una existencia libre de los imponderables de la sexualidad. 

Se cuenta así, refiriéndonos a lo primero, que tras la captura del bandolero Luis Pardo, un 7 de julio de 1921, cuando a la sazón SC tenía siete años, se acercó al envanecido comisario que resultaría siendo compadre del finado a quien había capturado, y le dijo "usted ya no esta detrás de usted, no hay nadie detrás de sus ojos, resulta que ya no lo veo, señor comisario", y siete días después a las 7 de la noche el comisario caería muerto por causas naturales. La reiterada mención al número 7 ya hacen sospechoso el supuesto primer milagro de Sarita, mientras que por otra parte no existe documentación alguna que pruebe su presencia durante ese hecho relevante de la historia de Huaraz.
Su hermano Hipólito refiere por su parte, en otra ocasión, la milagrosa aparición de un hombre rubio y fornido que habría salvado a SC de morir ahogada en un río y quien luego le habría dicho que aún no era hora de su muerte puesto que su padre, Dios, le tenía aún encomendada otras tareas. Otra hermana de SC desmiente a Hipólito y argumenta que la edad provecta de su hermano le hace contar este tipo de historias. De esta manera la pretensión de incorporar a SC al santoral católico ha fracasado, el esfuerzo de sus adeptos no ha podido trasponer el obstáculo impuesto por el oficialismo, situación que, no obstante, le ha permitido masificar su culto desde los años 70 en adelante.

Respecto de lo segundo, la supuesta vida virginal de SC, una sabrosa historia contada por una prostituta a Fernando Ampuero y que éste publicara en Caretas es muy reveladora: "Un día la santita iba caminando por una callejuela del Callao, cuando le salieron por delante unos hombres. Querían robarle y le revisaron los bolsillos. No encontrando nada de valor, decidieron violarla. Ella no se resistió; les dejó que rompan su vestido y la tumben al suelo. Pero cuando esos hombres abrieron sus piernitas, no les quedó más remedio que persignarse. El sexo había desaparecido. No tenía nada entre las piernas: era como un codo. Nada". Otro final de esta leyenda afirma que, desesperada ante la posibilidad de perder su honra, se arrojó a la mar brava de los barracones del Callao, muriendo en el acto. Ambos relatos son falsos, el primero por su práctica imposibilidad (a no ser que hablemos de una agenesia vaginal), habiéndose el último fabricado a partir de un hecho real ocurrido años antes con otra persona. Lo interesante en ambos es el cariz asexuado que pretende dársele a la intimidad de SC aunque fueran las prostitutas uno de los primeros gremios, además de estibadores y delincuentes, quienes dieran impulso a la aparición del culto como a la supuesta fabricación de este relato. La pretendida asexualidad de SC aparentemente sería una derivación católica que el sincretismo popular ha asumido como consideración necesaria para calificar como santo a alguien. De algún elemento tradicional se ha de valer la religiosidad popular para la creación de sus modelos de santos, éste, el de la asexualidad revela su cariz anacrónico al asemejarse a uno de los valores que se le atribuyen, por ejemplo, a la virgen María en el catolicismo.

El otro sustrato cultural del culto a SC es el que tiene que ver con la transformación de su imagen visual desde la única fotografía que se conserva de ella. La apariencia puberal que en ella se nos muestra, no dotada aún de caracteres sexuales tales como la turgencia de las formas, es explicable puesto que SC tenía 12 años cuando la foto se tomó en Lima, en un viejo estudio fotográfico al costado del Congreso de la República. Conforme el culto va desarrollándose, se la dota de una serie de añadidos que en primer término la hacen parecer cada vez más y más adulta. Su rostro se alarga a la manera 

de alguna madonna renacentista o para no ir más lejos para asemejarla a alguna damita criolla de fines del
siglo pasado. Su vestido comienza a adquirir unas blondas que la hacen lucir más coqueta, aunado al sutil parentesco con Santa Rosa que va a ir asumiendo cuando se añada al ícono un ramo de rosas bordeando el extremo inferior de la foto, aquello en lo que algunos han supuesto ver en la voluta de los pétalos una insinuante sexualidad. Un añadido ulterior, el engrosamiento y la vivacidad en el color de los labios parece corroborar esta hipótesis. Por cierto, este proceso plástico se ha obtenido paulatinamente durante los últimos 40 años como puede apreciarse en la figura que se encuentra en su mausoleo la que partiendo de la fotografía original nos permite apreciar las evidentes diferencias que separan una de la otra.

Qué puede estar representando esta modificación de la representación visual de SC en la mentalidad del poblador que se involucra en la adoración de su imagen? Arriesgando una hipótesis, pareciera que su transformación está destinada a hacer su imagen más aceptable para aquellos sectores sociales que han impuesto su patrón de lo que es la belleza, buscando la integración -imposible hasta ahora- de la estética de estos sectores populares con la estética dominante. No todo en la religiosidad resulta en una relación entre la figura religiosa y quien la adoraría, hay -y esta metamorfosis de SC así lo demuestra- otros factores que merecerían una mayor atención por quienes estudian el fenómeno religioso.

Lo que parece cierto, cuando nos centramos en el análisis de la vida cotidiana de Sarita Colonia, es que ésta discurrió como la de millones de seres humanos, sin hito alguno de relevancia que suponga alguna modificación trascendente en el modo de vivir la vida. El testimonio de sus allegados habla de su natural dulzura, de la amable resignación con la que vivía sus obligaciones, de su generosa conmiseración con las carencias y dificultades de los demás. No hay nada, por tanto, que nos permita suponer siquiera el atisbo de algún hecho milagroso. La pobreza familiar, el desarraigo al que tuvo que enfrentarse al migrar a Lima, la frustración de verse negada a la educación para velar por sus hermanos menores tras la muerte de su madre y su madrastra, su trajinar por múltiples oficios que como migrante se vio en la necesidad de efectuar para sobrevivir, desde empleada doméstica a vendedora de pescado, su muerte absurda por una enfermedad tratable- aunque sus hermanos argumenten que murió por una sobredosis de aceite de ricino, insinuando sin proponérselo su suicidio accidental- conforman como experiencias el destino común que comparte con tantos migrantes pobres que llegan a Lima.  

Tal vez sea esta historia en común, lo que permite la identificación de grandes sectores de la población provinciana con SC y el heroísmo o santidad que pretende colectivamente infundírsele a su vida. Resulta así que SC no es sólo un recuerdo de cómo la vida del migrante pobre se resolvió durante la segunda mitad del siglo XX, es además expresión fiel de la necesidad de santificar aquello que carece de reconocimiento por parte del discurso dominante que tiende a no otorgarle valor a estas vidas, tan sólo en apariencia vacías o carentes del pathos que la burguesía encuentra en las vidas de quienes la representan. El culto, por lo tanto, es expresión de cómo se opone este modelo provinciano y proletario al modelo limeño y aburguesado, y de cómo una mujer sencilla, que simboliza la vida de la gran mayoría, se vuelve de repente milagrosa porque así la aspiración colectiva lo desea de ella. Es importante que recordemos que no es sino hasta comienzos de los años 60 que SC "comienza" a hacer milagros, luego que -siguiendo una leyenda urbana- Candelaria, una mujer chalaca, devota, de aquellas que veneran a los muertos, encontrara al azar la cruz que el padre de SC plantara en la fosa común del cementerio Baquíjano para señalar el lugar donde supuestamente se encontrarían los restos de su hija, y le pidiera un milagro -costumbre arraigada entre muchas católicas limeñas de antaño- que luego le sería concedido. Así comenzó el culto a SC, producto de una casualidad. Pudo haber sido cualquier otra mujer, pero el tiempo estaba maduro, los migrantes -como en su momento los criollos del virreinato con respecto a Santa Rosa- necesitaban su propia santa. No pudieron elegir mejor.

Guillermo Ladd

miércoles, 15 de enero de 2014

La historia del cura pecador y su sádico arzobispo

Tan sólo dos días bastaron para que el escándalo -materia prima de la que viven los medios- le estalle en la cara a Roberto Carlos Cartagena, párroco de la Iglesia Recoleta de Arequipa, y amenace terminar con su vida religiosa. Un par de fotos en la que se ve al sacerdote saliendo de un hostal abrazado de una asistente parroquial aparecidas en el diario Sin Fronteras, un titular sensacionalista como "Cura Pecador" y el asunto estaba servido.

La posterior reacción de los implicados en el asunto resulta sumamente ilustrativa. Mientras Cartagena callaba en siete lenguas, se le suspendía en sus funciones y era enviado a Lima, osu pareja Ivonne La Torre, tras el desconcierto inicial que la hizo excusarse afirmando que se encontraba reunida en el hostal con el sacerdote para coordinar sobre una chocolatada para los niños pobres arequipeños, se ha mostrado muy locuaz con los medios. Una entrevista a RPP muestra bien sus motivaciones, el despecho que sufría por la actitud mujeriega de Cartagena y el acoso de mujeres de la parroquia que se habían enterado días antes de los entresijos de esta relación. "No hay mentira que se pueda sostener tanto tiempo, yo asumo lo que hice, siempre me decía hay que cuidar al párroco, pero qué gano yo cuidando al párroco si el mismo se exponía andando con una y otra’, expresó la mujer (ver http://www.rpp.com.pe/2014-01-14-acompanante-de-sacerdote--no-hay-mentira-que-pueda-sostenerse-tanto-tiempo-noticia_661923.html)


Por su parte las mujeres parroquianas con su agresiva actitud hacia La Torre, acosándola telefónicamente o agrediéndola físicamente demuestran lo qué las anima a dicho comportamiento, aquello que no está hecho de otra cosa que lo que la sibilina respuesta dada por monseñor Javier del Río Alba, quien sugiere una extraña advertencia, demuestra: “Las mujeres no deben ilusionarse con los sacerdotes pues estas relaciones siempre terminan mal”. En otras palabras la conducta que las parroquianas han tenido hacia La Torre y la interpretación que da el arzobispo de la conducta sexual masculina, son las caras de una misma moneda que nos muestran un hecho incontrastable que modela el ideario ideológico nacional con respecto a las conductas sexuales de hombre y mujer en nuestra sociedad: la responsabilidad por lo ocurrido no recae en el sacerdote, que a fin de cuentas es un hombre que, en sociedades como la nuestra, parecen tener la excusa de que su sexualidad los obliga imperiosamente a actuar pero que sí la sociedad quiere evitar resultados deletéreos podrían y deberían ser  controlados por una mujer, siendo así que, de no ocurrir, esta mujer habría sido la responsable del accionar masculino, al tentarlos. Qué primitiva forma de ver las interacciones entre hombre y mujer, llamativa en un hombre de dios, supuestamente bien educado. Queda por estudiar el papel del catolicismo en la formación de esa ideología de notorios matices machistas y misóginos. 

Lo costeante de toda esta telenovela creada alrededor del cura pecador, es lo que el arzobispo demuestra en un sádico ejercicio de sometimiento del pecador, que en sus palabras es la forma que tiene su formación religiosa de promover  una ejemplar sanción como la que se ha propuesto para Cartagena.  Ha dicho monseñor del Río : "Si fue una caída, es decir, cedió a una tentación, se le puede ayudar, pero si sostenía una relación, es una falta grave, por lo que correspondería la expulsión de la Iglesia. El código canónico prohíbe siquiera mantener un sentimiento por otra persona”. 

Llamativo que ante esta severa restricción a la libertad de sentir afectos hacia los demás, más aún los que supongan la actividad sexual, los sacerdotes que sufren esta restricción a su libertad individual aceptada al parecer con el suficiente discernimiento no expresen con madurez su oposición a la misma. Cartagena en los hechos se opone radicalmente al dictum eclesiástico, el que obliga al sacerdote al celibato, tal y como su conducta sexual lo manifiesta, pero ante el escándalo social producido, la culpa sentida y la presión de sus superiores han terminado por reblandecer su respuesta, sometiéndose. No nos será difícil ver que, tras un silencio prolongado Cartagena acabe en otra parroquia en la que no conociéndosele seguirá impartiendo los sacramentos luego de una oportuna cura en los centros que para estos efectos -curar el deseo sexual- tienen los sacerdotes a su disposición. Ni nos será difícil saber de él que en el futuro seguirá con dichas conductas sexuales que su hipocresía o su incapacidad para decidir un futuro que estando basado en la sinceridad pudiera hacer de él un mejor ser humano. Espero equivocarme.

Atte
Guillermo Ladd
Médico asistente