miércoles, 15 de enero de 2014

La historia del cura pecador y su sádico arzobispo

Tan sólo dos días bastaron para que el escándalo -materia prima de la que viven los medios- le estalle en la cara a Roberto Carlos Cartagena, párroco de la Iglesia Recoleta de Arequipa, y amenace terminar con su vida religiosa. Un par de fotos en la que se ve al sacerdote saliendo de un hostal abrazado de una asistente parroquial aparecidas en el diario Sin Fronteras, un titular sensacionalista como "Cura Pecador" y el asunto estaba servido.

La posterior reacción de los implicados en el asunto resulta sumamente ilustrativa. Mientras Cartagena callaba en siete lenguas, se le suspendía en sus funciones y era enviado a Lima, osu pareja Ivonne La Torre, tras el desconcierto inicial que la hizo excusarse afirmando que se encontraba reunida en el hostal con el sacerdote para coordinar sobre una chocolatada para los niños pobres arequipeños, se ha mostrado muy locuaz con los medios. Una entrevista a RPP muestra bien sus motivaciones, el despecho que sufría por la actitud mujeriega de Cartagena y el acoso de mujeres de la parroquia que se habían enterado días antes de los entresijos de esta relación. "No hay mentira que se pueda sostener tanto tiempo, yo asumo lo que hice, siempre me decía hay que cuidar al párroco, pero qué gano yo cuidando al párroco si el mismo se exponía andando con una y otra’, expresó la mujer (ver http://www.rpp.com.pe/2014-01-14-acompanante-de-sacerdote--no-hay-mentira-que-pueda-sostenerse-tanto-tiempo-noticia_661923.html)


Por su parte las mujeres parroquianas con su agresiva actitud hacia La Torre, acosándola telefónicamente o agrediéndola físicamente demuestran lo qué las anima a dicho comportamiento, aquello que no está hecho de otra cosa que lo que la sibilina respuesta dada por monseñor Javier del Río Alba, quien sugiere una extraña advertencia, demuestra: “Las mujeres no deben ilusionarse con los sacerdotes pues estas relaciones siempre terminan mal”. En otras palabras la conducta que las parroquianas han tenido hacia La Torre y la interpretación que da el arzobispo de la conducta sexual masculina, son las caras de una misma moneda que nos muestran un hecho incontrastable que modela el ideario ideológico nacional con respecto a las conductas sexuales de hombre y mujer en nuestra sociedad: la responsabilidad por lo ocurrido no recae en el sacerdote, que a fin de cuentas es un hombre que, en sociedades como la nuestra, parecen tener la excusa de que su sexualidad los obliga imperiosamente a actuar pero que sí la sociedad quiere evitar resultados deletéreos podrían y deberían ser  controlados por una mujer, siendo así que, de no ocurrir, esta mujer habría sido la responsable del accionar masculino, al tentarlos. Qué primitiva forma de ver las interacciones entre hombre y mujer, llamativa en un hombre de dios, supuestamente bien educado. Queda por estudiar el papel del catolicismo en la formación de esa ideología de notorios matices machistas y misóginos. 

Lo costeante de toda esta telenovela creada alrededor del cura pecador, es lo que el arzobispo demuestra en un sádico ejercicio de sometimiento del pecador, que en sus palabras es la forma que tiene su formación religiosa de promover  una ejemplar sanción como la que se ha propuesto para Cartagena.  Ha dicho monseñor del Río : "Si fue una caída, es decir, cedió a una tentación, se le puede ayudar, pero si sostenía una relación, es una falta grave, por lo que correspondería la expulsión de la Iglesia. El código canónico prohíbe siquiera mantener un sentimiento por otra persona”. 

Llamativo que ante esta severa restricción a la libertad de sentir afectos hacia los demás, más aún los que supongan la actividad sexual, los sacerdotes que sufren esta restricción a su libertad individual aceptada al parecer con el suficiente discernimiento no expresen con madurez su oposición a la misma. Cartagena en los hechos se opone radicalmente al dictum eclesiástico, el que obliga al sacerdote al celibato, tal y como su conducta sexual lo manifiesta, pero ante el escándalo social producido, la culpa sentida y la presión de sus superiores han terminado por reblandecer su respuesta, sometiéndose. No nos será difícil ver que, tras un silencio prolongado Cartagena acabe en otra parroquia en la que no conociéndosele seguirá impartiendo los sacramentos luego de una oportuna cura en los centros que para estos efectos -curar el deseo sexual- tienen los sacerdotes a su disposición. Ni nos será difícil saber de él que en el futuro seguirá con dichas conductas sexuales que su hipocresía o su incapacidad para decidir un futuro que estando basado en la sinceridad pudiera hacer de él un mejor ser humano. Espero equivocarme.

Atte
Guillermo Ladd
Médico asistente

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