miércoles, 19 de septiembre de 2012

La inocencia de los musulmanes: cómo incitar la estupidez a escala global



Los ingredientes eran los suficientes: una fecha clave (11 de Setiembre), un odio visceral contra el Islam (el de los cristianos coptos y el del infame pastor protestante Terry Jones), una predisposición a sentirse ultrajado (la de los musulmanes más radicales, es decir los salafistas). Añádale a éstos un detonante ridículo como una película inexistente de la cual se conocen sólo los 13 minutos que aparecen en YouTube. Como resultado inicial, 2  edificaciones norteamericanas, el consulado en Benghazi, Libia (ver foto superior) y la embajada en Egipto, asaltadas por un grupo de manifestantes atizados por la contraparte muslim de T. Jones, el predicador salafista Wessam Abdel Wareth, luego el desarrollo de una crisis global que se viene dando en aquellos países donde el Islam es mayoritario y en los que diversas embajadas, ya no exclusivamente norteamericanas, vienen siendo acosadas por un populacho sediento por vengar la blasfemia cometida contra el profeta Mahoma. Como era de esperar los oportunistas no faltan: el candidato republicano a las próximas elecciones norteamericanas, Mitt Romney, aprovechó la situación para criticar la política exterior con respecto a la Primavera Árabe del gobierno de Obama en un momento crucial para las aspiraciones reeleccionistas del candidato demócrata. La situación, que amenaza quebrarse aún más, pone bajo los faros de la opinión pública internacional varios temas de urgente importancia: la regulación de los odios interreligiosos, la política norteamericana en Medio Oriente y en particular respecto de los gobiernos nacidos bajo la sombra de la Primavera Árabe, la liquidación de Al Qaeda y sus satélites de notoria raigambre wahabista (o salafista, que son lo mismo), la situación de las minorías religiosas en países islámicos. Todo un quebradero de cabeza para quien se aventure  a reconocer las dificultades que estos temas entrañan desde una perspectiva geopolítica.

Lo único claro es que la estupidez humana no tiene límites y la actual crisis que algunos llaman "crisis de las embajadas" lo demuestra en cada uno de los hitos en los que está deviniendo.

Comencemos por el infame video, llamado Inocencia de los Musulmanes que puede verse en este link, no nos preocupemos si no podemos  terminar de verlo. Es de una factura inconcebiblemente ruin: el "director", un tal Sam Bacile , un cristiano copto que vive en los EEUU -el detalle de ser copto no debe sernos elusivo dado que, principalmente en Egipto, esta minoría religiosa ha sido tratada con crueldad desde los tiempos del depuesto Mubarak- contando aparentemente con el financiamiento de algunos judíos publicó en YouTube lo que sería un extracto de una película de mayor duración, en la que Mahoma es mostrado como un pederasta, asesino, mujeriego y con evidentes dificultades intelectuales. Lo cierto es que el tal Bacile cuyo nombre real es  Nakoula Basseley Nakoula, tenía prohibido el acceso a internet por la justicia norteamericana debido a algunos crímenes cibernéticos que había cometido anteriormente y por tanto no podía acercarse a computadora alguna. Como era de esperar el esperpento creado pasó desapercibido, así que no le quedó más opción que colgarlo en Youtube. Otro cristiano copto, Morris Sadek, afincado en los EEUU le añadió subtítulos en árabe y lo envió en un e-mail masivo a quien pudiera interesarle. Adivinamos en manos de quién cayó? pues en las de la "bette noire" de los musulmanes, el dudoso pastor Terry Jones (véase nuestra entrada del 16/9/2010) quien tuvo la idea brillante de trasmitirlo el 11 de setiembre como parte de un singular juicio a Mahoma en el que además del video de marras le añadía uno propio en el que acusaba a Mahoma de fraude y otros delitos. Hasta ese momento nada hubiera sucedido de no tener Egipto a un periodista sensacionalista como  Sheik Khaled Abdallah de la red televisiva al-Nas, quien sin ningún empacho difunde la desecración por el canal de televisión para el que trabaja. La ira del predicador salafista Wessam Abdel Wareth en Egipto y la oportunidad para la actuación de Ansar al Shari'a, una rama del salafismo vinculada con Al Qaeda harían el resto, contando por supuesto con la ingenuidad norteamericana que no dio el respaldo suficiente a su embajador en Libia, donde era conocida la actividad política de estos sectores, y para la cual no se tuvo la suficiente perspicacia al ignorar la fecha crítica que los árabes radicales no olvidan: 11 de Setiembre. 

Resultado: el consulado en Libia arrasado por el fuego provocado por un acción de un comando con evidente entrenamiento militar, la muerte del embajador norteamericano Chris Stevens y otras tres personas, la embajada de EEUU en Egipto inicialmente y luego otras ubicadas en países musulmanes acosadas por un populacho incapaz de distinguir la irracionalidad y el afán provocador que traía consigo el video mencionado, la imagen de los EEUU debilitada por la acción conjunta de Al Qaeda  y  sus satélites salafistas quienes demuestran a la opinión pública mundial que el triunfalismo por la muerte de Bin Laden es un absurdo de la política exterior norteamericana.

La revista Time ha denominado a todo este entramado de hombres e instituciones "la industria del ultraje". Yo no dudaría en llamarlo "la industria de la estupidez". Y como queda claro de la actuación de los actores involucrados, la ley de Murphy y la Navaja de Hanlon tienen plena vigencia: "Si algo puede salir mal, saldrá mal, en el peor momento posible" acota la primera, "No atribuyas nunca a la malicia lo que se puede explicar adecuadamente con la estupidez" establece la segunda y no dejan de tener razón. Desgraciadamente en la coyuntura actual los únicos que parecen saber lo que quieren son los sectores supérstites a Bin Laden, quienes han actuado aprovechando el tumulto islámico y la imprevisión norteamericana para demostrar que continúan en funciones y que pueden, cuando así lo deciden, tomar venganza por la muerte de uno de los suyos. Tan solo el día anterior al ataque en Benghazi, Ayman al-Zawahiri, la mano derecha de Osama bin Laden había difundido un video en el que confirmaba la muerte por un dron americano del líder libio Abu Yahya al-Libi e invocaba su venganza.

Todo lo ocurrido hubiera podido evitarse si viviéramos en un mundo más sano, un mundo en el que los odios religiosos no existieran porque la religión en si misma sería considerada un dato innecesario de la subjetividad, un mundo en el que las fuerzas que ejercen la autoridad no vivieran de espaldas a una realidad que aún debemos soportar mientras exista la religión, es decir, que la defensa insufrible de un dogma tiene más valor que la vida de un ser humano. La historia de toda religión lo demuestra, así piensan sus burocracias, temerosas de perder el poder que dicen haber recibido por parte de una divinidad inexistente.

Como hemos de entender la tensión relacionada a la blasfemia -sus cotas más altas se expresan actualmente en Pakistán y por otros motivos censurables- continuará en los meses siguientes. Hoy, por ejemplo, la célebre revista cómica francesa Charlie-Hebdo ha sido atacada cibernéticamente (en el 2007 musulmanes radicalizados quemaron sus instalaciones) por atraverse a publicar en su portada una caricatura ilustrativa de lo que ocurre en los países islámicos, a quienes llama Los intocables 2: un ultradoxo judío lleva en una silla de ruedas a un fanático musulmám, mentras ambos afirman: "No hace falta burlarse". La distorsión no es propia de quienes se someten al credo islámico, toda religión -sobre todo en sus sectores más fundamentalistas, el catolicismo no es una excepción- la tiene inmersa en su patrón ideológico y ocasionalmente sale a la luz, desgraciadamente es parte de la naturaleza de todo credo religioso y no expresa sino su propia incertidumbre ante lo que ellos mismos suponen cierto, seguramente sin saber porqué creen en aquello que no resulta sino una sutil (o brutal en algunos casos como éste) forma de autoengaño.




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