lunes, 20 de septiembre de 2010

El "dossier Dutroux" de la Iglesia católica en Bélgica: el informe Adriaenssens


"Ignóralo y él te dejará de molestar"
(Recomendación de un obispo belga a una
adolescente abusada persistentemente
por un sacerdote, aparecida en el informe de la
Comisión Adrianssens)


La sociedad belga se encontraba lo suficientemente sensibilizada como para reaccionar ante cualquier nuevo caso de paidofilia que saltara a los titulares periodísticos. Tan solo unos pocos años antes, esta sociedad, católica en su inmensa mayoría, había atestiguado con horror el juicio del caso de paidofilia más sonado de Europa, el de Marc Dutroux, actualmente en confinamiento de por vida por el secuestro, tortura y abuso sexual de 6 niñas, cuatro de las cuales terminaron siendo asesinadas.

La conmoción política que produjo el caso tiene aún algunos ecos que han podido recientemente ser observables en la conducta que la policía belga ha tenido en los casos reconocidos que señalan a la Iglesia católica y que, temerosos del peso de la opinión pública, obligaron a las fuerzas del orden a un espectacular allanamiento de algunas viviendas de altas autoridades eclesiásticas e inclusive a la búsqueda de material comprometedor en la tumba de un cardenal ya fallecido e involucrado aparentemente en estos delitos en el mes de Junio pasado. Hasta ese entonces era conocido el afán de la curia belga de empantanar la investigación, dilatándola para no permitir que los sobrevivientes tuvieran derecho a una justa reparación por los males cometidos contra ellos, contando para este despropósito con el apoyo abierto del ministro de Justicia democristiano flamenco, Stefan De Clerk. La respuesta de Roma ante el allanamiento fue inmediata, interpretaron el hecho como un abuso procesal, en vista que la Iglesia ya había iniciado su propia investigación -dirigida por el reconocido psiquiatra infantil Peter Adriaenssens- pero, hoy, a la luz de los resultados de la Comisión y de lo ocurrido con el obispo de Brujas, con la consiguiente avalancha de acusaciones que sobrevino después de la renuncia de éste último el pasado mes de Abril, es que se aprecia realmente las razones de la curia belga y romana, es decir, disminuir el daño a sus estructuras burocráticas y no verse afectados económicamente debido al tsunami de denuncias que se aproximaba. Del sufrimiento de las personas victimizadas por los sacerdotes ni una palabra que no sea una tibia disculpa por lo ocurrido y cada uno por su camino, como acostumbran decir, "cargando su propia cruz", frase que promueve hoy en día en quien la escuche refiriéndose a estos crímenes, un rictus de amargura por la injusticia que encierra. Y como será evidente de la lectura de esta entrada, la cruz que cargan las víctimas es de una ingente desproporción respecto de la que cargarían estos sacerdotes pederastas y sus obispos encubridores.

El reciente informe propalado por la Comisión Adriaenssens el fin de semana pasado, es una galería del horror, de obligatoria lectura -una vez aparezcan versiones más asequibles que la existente en flamenco- para el ciudadano culto, que desea informarse de primera mano del accionar de los sacerdotes involucrados, como actores del crimen sexual o como actores del solapamiento de la responsabilidad eclesial en estos delitos. Cabe mencionar que la comisión podría no haber llegado a las conclusiones que llegó si uno de los afectados no hubiera recurrido a algunas tretas que permitieron reconocer tanto el crimen cometido por su propio tío y obispo de Brujas, Roger Vangheluwe, así como la actitud protectora del ofensor por parte del cardenal entonces en ejercicio, Gotfried Daneels. Tras conocerse estos hechos, y ayudados por la inútil gritería de Roma por los sucesos de la abadía de Malinas, las personas que hasta ese momento no tenían la disposición de ayudar a los comisionados -tanto las víctimas como los sacerdotes involucrados- comenzaron a hacerlo, seguros de poder encontrar justicia a sus reclamaciones o paz para sus conciencias, puesto que sus dirigentes eclesiales no se la hubieran dado jamás, deseosos como estaban de ocultar los resultados de la investigación que la presión social les obligó a iniciar de mala gana.

Cuáles son los resultados a los que llega el informe de la Comisión Adriaenssens? Haremos un esfuerzo por resumir el mismo, recurriendo a lo que se ha publicado en la prensa y en la red. Los casos denunciados se remontan hasta 1930 y tuvieron un mayor impacto en la década de los 60s y 70s. Fueron afectados 327 varones y 169 mujeres, mientras debido a la anonimidad de la información, se desconoce el sexo de 19 víctimas. La edad promedio de la víctima cuando comenzó el abuso era de 12 años, aunque la de menor edad tenía dos años de edad, cinco niños tenían cuatro años, ocho cinco años, siete seis años y 10 tenían siete años, lo cual habla de las preferencias del abusador por niños de temprana edad. No hubo distrito eclesial, o parroquia que no tuviera por lo menos a un sacerdote involucrado y en algunos casos éstos podrían contar entre sus víctimas, cinco, diez o hasta veinte niños en algún caso. De este número de víctimas que se aproxima al medio millar, 13 terminaron sus vidas a través del suicidio, lo que singulariza a este informe con respecto a otros propalados en EEUU, Alemania, Italia, Austria, Canadá, Irlanda o Australia en los cuales tan alta tasa de suicidio no se había presentado. Otros 6 intentaron suicidarse y la pareja de una de las personas afeçtadas se suicidó debido a su incapacidad para manejar el problema. El tipo de abuso sexual supone en una pequeña proporción tocamientos, siendo más frecuentes la penetración anal, vaginal u oral, lo cual el informe ha recalcado para ilustrar la verdadera magnitud de lo sucedido.

Los testimonios recogidos por el informe dan fe del intenso sufrimiento de los sobrevivientes, su lucha para acabar con las consecuencias que tuvo en sus vidas y en las de sus familias el abuso al que fueron sometidos y la desesperanza vivida en esos años. Muchos padecieron de desórdenes mentales o de problemas físicos relacionados con el abuso. Uno de estos testimonios explica con claridad la actitud del sacerdote ofensor y el terror infligido sobre un niño que inocentemente creía en sus amenazas: "Si se lo cuentas a tu Scrumpadre, él te hará lo mismo que yo", dice uno de los sobrevivientes de quien no resulta difícil imaginar el terror experimentado, infligido por quien tenía el deber de proteger su alma. El escándalo, como ha sido conocido en otras situaciones nacionales, que vienen dándole al asunto ribetes globalizantes en la actualidad, compromete a toda la jerarquía eclesiástica belga, desde los sacerdotes de parroquias rurales hasta el mismo primado de la Iglesia Belga, monseñor André Leonard, pasando por otro cardenal y varios obispos resultando paradigmático el caso de Vangheluwe, quien abusara durante años de su propio sobrino. Lo llamativo es la respuesta social ante el fenómeno: sólo los afectados son los que han presionado o recurrido a tretas mediáticas para conseguir que la sociedad belga en su conjunto preste la atención debida a este bochornoso espectáculo, el resto de la sociedad no ha expresado su descontento, paralizados -quién sabe- por lo que ellos mismos creen, como efecto de un adoctrinamiento de siglos: que los sacerdotes son intermediarios entre el mundo y la divinidad, situación que los hace intocables.

Hasta el año 2009 el afán encubridor poco a poco desembozado en una comisión eclesial que no funcionaba obligó a la renuncia de la magistrada que la dirigía, Godelieve Haselberghe, y a denunciar a la prensa los resortes psicológicos que movían a la curia a no reconocer su culpa y menos a indemnizar a las víctimas. De su correspondencia con el conocido obispo de Turnai, Guy Harpigny, la magistrada refiere que este singular personaje habría llegado a afirmar: "los sacerdotes y religiosas pertenecen a una casta superior a la de los que no han pronunciado los votos y quienes se encuentran en una casta superior no están sometidos de ninguna manera al pago de indemnizaciones". A lo que se añade que como resultado de la comisión previa a la de Adrianssens, por lo menos en 50 casos el cardenal de entonces, Godfried Daneels, se negara a considerar el reconocimiento de faltas y por tanto de indemnizaciones: los intereses terrenales de los sacerdotes belgas estaba en primer lugar, su dinero era más importante que el sufrimiento de las víctimas.

Y no sólo son estas distorsiones engañosas las que promueven la actitud de los sacerdotes, también tienen de su parte al aparato estatal: a pesar de todo el escándalo, el ex-obispo Vangheluwe se apresta a recibir una sustanciosa pensión de 2,800 euros, por cuenta del estado en virtud del concordato existente entre el Vaticano y Bélgica, equivalentes al 75% de su salario habitual cuando se encontraba en ejercicio del obispado y ante esto el portavoz del ministro de Justicia belga reconoce que al ex-obispo le asiste el derecho debido a su larga trayectoria como prelado. No obstante, ha trascendido que buena parte de sus ingresos, Vangheluwe los habría estado destinando a sobornar a la familia de su hermana, madre del sobrino de quien abusara durante largos años, hasta conseguir que la justicia belga no pudiera comprometerlo en vista de que, para las leyes de este país, el delito de abuso sexual prescribe diez años después de que el afectado llega a la mayoría de edad.

La conclusión final de la Comisión es soberbia, pero impracticable a la luz de lo que viene ocurriendo: "Las víctimas merecen una iglesia con coraje que no tema confrontar su vulnerabilidad, reconocerla y cooperar en encontrar respuestas saludables". Conclusión impracticable dados la engañosa concepción que de sí mismas tienen estas personas, los intereses económicos que manejan y la esencial ausencia de una virtud que pregonan sin poseerla, caridad.

Guillermo Ladd

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